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La misma historia del Eln
Al Eln definitivamente lo dejó el tren de la historia y esa no es una buena noticia para Colombia.
Sábado, 19 de Enero de 2019

Desde el gobierno de Belisario Betancur, hace más de 30 años, el estado colombiano ha intentado una negociación política con la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional. 

Desde entonces se exploraron distintas opciones como el diálogo unificado con otros grupos subversivos en Tlaxcala durante el gobierno de Gaviria, el acuerdo de la Puerta del Cielo con Samper con participación de la sociedad civil, la Convención Nacional debatida en la era Pastrana, los esfuerzos de Uribe con la colaboración de Cuba, hasta que llegamos a la negociación formal con participación de la comunidad internacional en el gobierno Santos, primero en Quito y luego en La Habana.

Al final estos esfuerzos terminan en fracasos porque el Eln no toma la decisión unificada de abandonar la violencia. En esta última etapa de Santos por primera vez se llegó a una agenda de conversaciones y muchos pensamos que como consecuencia del acuerdo con las Farc, el compromiso de Cuba y el debilitamiento del régimen venezolano, esta complicada y federalizada guerrilla finalmente tomaría la decisión de avanzar en un acuerdo con el estado y no en utilizar la mesa para acumular fuerzas y persistir en la confrontación militar. 

Lamentablemente las divisiones internas y la ausencia de realismo de algunos de sus principales dirigentes impidieron que al finalizar el gobierno anterior se llegara a un cese bilateral del fuego. 

Perdieron la oportunidad de demostrar al país con hechos y no palabras una real voluntad de paz.

Basta con recordar que en el caso de las Farc sus decisiones de renunciar a la práctica del secuestro primero y posteriormente decretar un cese unilateral al fuego que se cumplió en términos generales, demostraron al país que su decisión sí era avanzar en un acuerdo definitivo que condujera a su desmovilización y desarme. 

Y esa actitud sin lugar duda generó confianza no solo en la mesa sino en la población que veía con desconfianza las intenciones de las Farc después del fracaso de las conversaciones del Caguán. Pablo Beltrán y sus compañeros delegados en la mesa no lograron el respaldo pleno del Comando Central para tomar decisiones duras que sin duda generan grandes discusiones internas.

Los hechos de violencia que durante las conversaciones generaron frentes como el de alias Pablito en Arauca, el Noroccidental en Chocó o los del Catatumbo, evidenciaron las fracturas internas en el Eln y la consolidación muy fuerte desde el punto de vista militar y económico de Pablito en la frontera nororiental del país. Así terminó el gobierno Santos sin lograr avances en la posición de esta guerrilla por su incapacidad de tomar decisiones. Incluso al final desaprovecharon la oportunidad de pactar un cese al fuego. El Eln se quedó en el pasado, en la Colombia sin reacción ciudadana ante la violencia desbordada. No entendió que el país y el mundo cambiaron y que hoy acciones como los secuestros y los atentados salvajes como el del pasado jueves generan el rechazo contundente y masivo de toda la sociedad, por encima de consideraciones políticas e ideológicas.

Al Eln definitivamente lo dejó el tren de la historia y esa no es una buena noticia para Colombia. Es cierto que frente a semejante actitud ciega, torpe y violenta, el estado y la sociedad tienen que responder como lo hicieron, pero el fracaso de un nuevo intento de salida pacífica es de todos los colombianos y el levantamiento de la mesa de negociaciones, necesario y justificado, significará un aumento de la violencia, especialmente en departamentos azotados por esta guerrilla como Norte de Santander, Arauca, Nariño, Bolívar, Chocó y Antioquia.

Ojalá la sociedad civil, la iglesia católica y la comunidad internacional, tan comprometidas a ayudar en este proceso del Eln, puedan seguir trabajando para generar condiciones que permitan en un futuro no muy lejano intentar nuevamente la negociación, sobre la base de una decisión clara de esta guerrilla de renunciar a la violencia, como en su momento lo hicieron las Farc. Mientras tanto, el estado deberá perseguirlos y para ello necesitará mayor capacidad de inteligencia, eficacia y toda la legitimidad democrática, evitando caer en las violaciones a los derechos humanos y los falsos positivos del pasado.

Por ahora la reacción de la ciudadanía ante este espantoso atentado es esperanzadora y todos debemos salir hoy a expresar nuestra solidaridad con las víctimas, con nuestra policía. A rechazar la violencia y a los violentos de todos los pelambres, a exigir que no asesinen un solo líder social más en los territorios de Colombia y a pedir por una paz integral que tiene en el acuerdo con las Farc su gran soporte. No podemos permitir que estos hechos y la actitud del Eln nos devuelvan a la Colombia del pasado, ni resignarnos a que estamos condenados como pueblo a la violencia. Debemos persistir en la búsqueda de la paz y la reconciliación a la que tenemos derecho todos los colombianos.

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