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La nueva alineación

 La muerte misma llega pues muchas veces las armas sustituyen una bandera amable.

Se recuerdan los tiempos en los que el futbol era un deporte y no un negocio. Una distracción sana en un foco de tensiones permanentes. Un subvertir de lo que debe ser la alegría y el juego bien entendido.  Ahora los alrededores de los estadios y las ciudades mismas centros dispuestos a la batalla. Los hinchas convertidos en barras bravas que pueden hacer y deshacer a pretexto de defender al equipo de sus predilecciones. Cualquiera se convierte en juez para decidir sobre la validez de una jugada. Los jugadores en gladiadores aplaudidos  por una fanaticada salida de sus cabales. La muerte misma llega pues muchas veces las armas sustituyen una bandera amable. La droga también utilizada para distorsionar los cuerpos y los espíritus para ser más recia la agresión. Los dirigentes de otrora sustituidos por personajes carentes de principios pero si de mucho dinero que acrecienta en los cambalaches de las trasferencias. Jugadores que valen millonadas en los cambios y recambios. El periodismo mismo entreverándose en esta alienación de nuestra época. Así los medios de comunicación en una perorata permanente donde surgen eruditos de pacotilla. Así la cosificación del deporte, de los deportistas, de los aficionados, son hechos en la alienación social. Se pretende sacar al hombre de su espíritu terrenal para crearle un mundo ilusorio en el que se puede seguir y medrar a discreción. 

Entonces se quisiera volver a los días en que el futbol era patrimonio sano que se jugaba en cualquier cancha, con cualquier pelota, y la muchachada dispuesta a recrearse. Quería jugar para vivir. No pensando en hacerse la estrella que lo sacara de sus limitaciones. Eran los tiempos en que el niño y el joven esperaban ansiosos la llegada de la carta que le anunciaba su ingreso al club de sus amores para emular con  sus ídolos. Los días en que se jugaba con la pelota de trapo hecha en el hogar preludio de esos balones  sofisticados de ahora. El futbol como deporte de masas debe sobrevivir pero como va, va muy mal. Hay que despojarlos de los fetichismos del dinero orquestados por una dirigencia cuestionada. De no ser así la ingenuidad que suponía practicarlo pasará a la historia como algo invivible. No puede ser así. Los estadios de antaño llenos de una hinchada sincera no pueden ser sustituidos por esos templos a los que asisten masas de lo que puede ser la grandeza humana. 

Hay que seguir el ejemplo de Pedernera, de Pelé, de Di Stéfano, de Walter Gómez, de Jairo Arboleda, de Willington Ortiz, que estremecieron al futbol con su ejemplo de jugadores exquisitos. Hay que añorar  a los dirigentes como Alfonso Sénior, Santiago Bernabéu, Jules Rimet que presidieron la grandeza de una época. 

Jueves, 18 de Octubre de 2018
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