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La protesta universitaria
Es indudable que la educación debe tener la mayor atención porque en ella se debe fundar el progreso. 
Sábado, 10 de Noviembre de 2018

No hay memoria reciente en Colombia de una protesta tan generalizada de estudiantes y profesores universitarios exigiendo más presupuesto para la educación superior. Un propósito encomiable, claro está, pero que es necesario analizar.

La estrechez presupuestal está vigente desde hace largos años y no tiene una solución inmediata porque los recursos del Estado siempre son inferiores a las necesidades del país. No obstante, este gobierno, que escasamente cumple tres meses, ha incluido en el presupuesto nacional para 2019 las partidas más grandes que ha tenido la educación superior en toda su historia. Le asignó 41,4 billones de pesos dentro del presupuesto total de 258,9 billones.

Es indudable que la educación debe tener la mayor atención porque en ella se debe fundar el progreso. Pero, las necesidades de la nación son tan grandes que, ante la escasez de dinero, es necesario hacer una equitativa distribución. La salud, la alimentación, la vivienda, el saneamiento ambiental, la seguridad ciudadana. la protección de la familia, la infraestructura vial, entre otras, son necesidades urgentes que no pueden dejarse desatendidas. 

Para tener una idea de la pequeñez de nuestros recursos se puede hacer su comparación con algunas fortunas individuales que figuran entre las mayores del mundo: Por ejemplo, la de Bill Gates se calcula en 90.000 millones de dólares que, traducidos a pesos colombianos, corresponde a 270 billones, mayor que el presupuesto nacional. La de Amancio Ortega, de 76.500 millones de dólares, representa 230 billones de pesos. 

El desbalance financiero de la educación superior proviene de la Ley 30 de 1992 que estableció un sistema de crecimiento presupuestal anual atado al Índice de Precios al Consumidor (IPC) que, sin tener en cuenta el crecimiento de la población estudiantil, hizo que, con el tiempo, los recursos per cápita disminuyeran dramáticamente. Sin embargo, durante esto últimos 25 años no hubo una protesta tan grande como la actual.

¿Ese silencio de un cuarto de siglo fue por desconocimiento o por descuido? ¿Los directivos y estudiantes universitarios cayeron en cuenta de esa grave situación solamente ahora cuando se inicia el gobierno de un joven Presidente de la República que busca los recursos para tapar el gran hueco fiscal que recibió como herencia de su antecesor? O hay una motivación diferente, como la oposición política.

Si el caso es el de una sincera preocupación por buscar soluciones viables a la problemática universitaria, se pueden explorar medidas de corto y mediano plazo para que se adopten durante el mandato del Presidente Duque, y se formulen estrategias para el futuro. Pero, si la razón de la protesta es ejercer una oposición política al gobierno, no se va a llegar a ningún acuerdo porque su objetivo es mantener la agitación indefinidamente. 

No deja de sorprender que en los diálogos se hagan exigencias de todo género que, a simple vista, escapan de la capacidad del gobierno, pero no se tocan asuntos delicados como la racionalización del gasto en los centros educativos, la erradicación de prácticas indebidas en los procesos de ingreso, en el régimen de calificaciones o la burocratización en los que ha incidido la politiquería y la inmoralidad. 

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