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La risa como acto de resistencia

La risa es un acto de resistencia en tiempos donde la política está tan contaminada; tan corrupta; tan violenta.

Esta semana presenciamos el abrebocas del circo que tendremos con el gobierno de Iván Duque, porque claro; aunque para muchos el ridículo del nuevo Presidente fue solo una “simple muestra de autenticidad”, es evidente que él “solito”, como lo llama su jefe, se perfila como el hazmerreír de los próximos cuatro años. Y obvio, nos reiremos de él; de las razones que lleve a los reyes; de sus intentos fallidos por brillar como futbolista, en un momento en el que necesitamos es un estadista; de sus falsas canas; de sus infantiles conductas.

¿Pero, qué implica reírnos de esto? Mucho. La risa es un acto de resistencia en tiempos donde la política está tan contaminada; tan corrupta; tan violenta. La risa, si queremos, también es un grito de lucha. La risa representa sentidos de vida capaces de dinamizar cambios sociales, porque tiene el poder de registrar actitudes de alegría y rechazo frente a diferentes crisis. En palabras de Judith Butler, en su libro, Cuerpos que importan, es necesario encontrar en la parodia formas de subvertir ideas políticas. 

Y experiencias hay muchas. Desde Chile, cuando en la larga dictadura de Pinochet la risa fue columna vertebral de procesos de respuesta y propuesta política; o Birmania, donde Maung Thura logró visibilizar el régimen por medio de la burla; o en España, donde los humoristas se sumaron al proceso de rechazo que terminó con la dimisión de Rajoy; o, sin ir más lejos, en Colombia, donde la risa ha sido y será un instrumento que, además de divertir, informa. Subvierte. De allí Jaime Garzón, el más grande; Matador, Daniel Samper, Tola y Maruja… y claro, las redes sociales, sus usuarios y posibilidades. 

Resignificar el poder de la risa: darle su lugar en el plano de la resistencia vital y libertaria. Comprender que es un mecanismo simbólico frente a la carga afectiva que debe soportarse en procesos sociales y políticos tan complejos. Dimensionar que la burla frente al poder y a quienes lo ejercen de forma viciada, da sentido a una actuación colectiva. Reír, porque además de lo que hagamos a partir del ejercicio de la ciudadanía activa, tenemos que alimentar nuevos códigos que, desde el poderoso humor, subviertan realidades y narrativas violentas.

El sociólogo chileno Cristián Parker, refiriéndose a la risa, expresó: “es la manera que el pueblo tiene de defenderse en el plano simbólico frente a la lacerante y destructiva opresión a que está sometido en el plano material”. Hoy, todo brote de resistencia es necesario, y la risa, es uno de ellos. De hecho, sin ella no podríamos encontrar habitable la realidad en la que estamos inmersos. Aprovechemos que Duque, nuestro nuevo bufón, nos regala así, él solito, esta posibilidad; encontremos en ella una plataforma más de crítica y análisis, burlémonos y amplifiquemos porque como dijo Winston Churchill,  “una broma es una cosa muy seria”. 

Jueves, 12 de Julio de 2018
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