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La simulación de las ideas
El derecho a pensar libremente es uno de los soportes de la democracia. 
Domingo, 9 de Septiembre de 2018

Hay personas que se avergüenzan de presentarse como lo que son y prefieren la simulación para pasar de agache. Son vergonzantes respecto a sus ideas. Las esconden a fin de no quedar mal entre quienes defienden sus convicciones con argumentos consolidados.

Ese complejo de inseguridad ideológica se ha vuelto casi rutinario entre los que se alinean a la derecha, a pesar de que sus actos y  expresiones no dejan dudas. Y desde luego, también hay vergonzantes de izquierda, porque no siempre tienen argumentos para defenderse de los cuestionamientos de sus contrarios, montados estos en algunas ocasiones sobre falsedades con trama de calculada mala fe o de ignorancia.

El derecho a pensar libremente es uno de los soportes de la democracia. No hay razón para esconder lo que se piensa cuando esa manifestación no pone en riesgo la seguridad o la vida y aún bajo tales circunstancias muchas veces hay que correr el riesgo no solamente de profesar sino también de exponer los ideales que se asuman.

Las convicciones son un activo personal o legado de interés colectivo que bien vale la pena ponerlas en circulación como aporte al desarrollo político, social o cultural de la sociedad. Por lo cual no se justifica esconderlas o apenas expresarlas a hurtadillas. Allí cabe el ser o no de Shakespeare, con la garantía de no generar daño a la integridad del ser humano.

Estar del lado de las libertades, de los derechos, de la igualdad de oportunidades, de la promoción del conocimiento, del respeto a la vida y en fin de los valores y las condiciones en función de la dignidad de las personas es un ideal común. El contraste es de los que defienden la pena de muerte como castigo legal o extrajudicial,

o propician la discriminación racial, o la exclusión social, o condenan la unión de parejas del mismo sexo, o se aferran a la intolerancia, el confesionalismo, o la censura, o justifican la corrupción, o le buscan “el lado bueno” a la represión y rechazan la posibilidad de convivencia entre los contrarios. Son estas posturas las que llevan a quienes las acogen a bajarse a la clandestinidad para expresarse. Es una manera vergonzante de pensar para no tener que salir del clóset.

Con los altos niveles alcanzados por la cultura, con tanta riqueza acumulada, con tan portentosos desarrollos en todos los escenarios de la existencia humana, con las posibilidades de bienestar que están en el planeta, todas las ideas debieran concurrir al bienestar general para que nadie se convierta en prófugo de su propio pensamiento. La vida debe ser positiva y estar blindada contra todas las mezquindades que la hacen más vulnerable de lo que por su naturaleza es.

La libertad tiene que ser el sello de estabilidad de los seres humanos para expresar lo que se piense. Y que a todos abarque ese común denominador. 

Puntada

Caracol tiene razón de celebrar con satisfacción sus 70 años de producción radial. Ha sido un medio útil para el país por su aporte a la cultura, así como al desarrollo económico, político y social de la nación. En los años 50, en Bogotá, cuando era la emisora Nuevo Mundo, allí tuve una fugaz participación con un programa sobre personajes de la historia de Colombia que monté con el apoyo de Cecilia Fonseca de Ibáñez, la esposa del escritor Jaime Ibáñez. Duró poco porque el tercer libreto cayó bajo la censura oficial.  Era el Gobierno del general Gustavo Rojas Pinilla.

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