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La sonrisa del lirio

De su vara seca ahora pende un lirio, el símbolo de hombre justo y obediente destinado a la bella María. 

Los bastones están depositados en el altar, en espera de la señal divina. 

En la sala, decorada para la ocasión, los jóvenes conversan animadamente, curiosos, con el jolgorio bonito de una esperanza común, para ver cuál florece.  

José reverente, sabio, silencioso, ya tiene treinta años; su figura es sana, de aldeano apuesto; aunque humilde, su personalidad posee el criterio serio y profundo requerido para desposar a la niña.

Una trompeta anuncia el milagro: el cayado florecido fue el de José, de la tribu de David, de profesión carpintero, quien se acerca entre un murmullo de admiración. 

De su vara seca ahora pende un lirio, el símbolo de hombre justo y obediente destinado a la bella María. 

Seguro de sí mismo, pleno de virtudes, acepta ser compañero en la felicidad, protector en las adversidades y amar esa flor pura, como su lirio: él estaría siempre a su lado, incondicional.   

José, prudente, sencillo, aguarda orgulloso sellar el pacto. 

Usualmente poco sonríe, salvo en esta ocasión, porque había esperado en una esquina, confiado, el fallo de Zacarías.

El silencio majestuoso del lirio blanco, con sonrisa de mariposa, noble y oriental, es el preludio de una misión tierna sembrada en el alma universal para tallarla con el arte de las maderas. 

(Detrás de la cortina, el arcángel Gabriel sonríe también, socarronamente, porque será portador de una gran noticia…Jesús).

Domingo, 17 de Marzo de 2019
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