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La trampa

La decisión de la Corte Constitucional es un tiro de gracia para una democracia débil, que ha sido ultrajada y vejada, como la que más.

El conocido adagio popular “hecha la ley, hecha la trampa” se materializó esta semana en Colombia como nunca antes, con la aprobación del plebiscito por la paz, que avaló la Corte Constitucional. Bajar el umbral de ese mecanismo participativo a un lánguido 13% quedará inscrito, en los anales de la historia, como una monstruosidad jurídica nunca antes vista. La jugada es tan grotesca que incluso para aquellos que hemos apoyado el proceso desde su génesis resulta impresentable el esguince infligido a la Constitución y la ley.

La decisión de la Corte Constitucional es un tiro de gracia para una democracia débil, que ha sido ultrajada y vejada, como la que más. Resulta paradójico que la institución que funge como guardiana de la Constitución haya sido la autora del artero ataque (a veces las heridas vienen de donde menos lo esperamos). Como si no bastara con semejante despropósito, en la decisión se señala, además, que los servidores públicos, en tratándose del plebiscito, podrán hacer política por una única vez. Mejor dicho, el pronunciamiento es una camisa hecha a la medida de las necesidades del Gobierno (“coincidencialmente” el 13 % es el mismo número que representa la aprobación de la gestión del presidente Santos).

No había necesidad de semejante parapeto: Santos podía, por vía de reformas constitucionales a través del Congreso, en el que tiene mayorías, estructurar la salida jurídica apropiada que garantizara el éxito de los diálogos en La Habana. El Gobierno prefirió armar un circo con el plebiscito, para posar de demócrata, e involucró en el reparto a otras entidades y representantes del establecimiento, que se han convertido, a lo mejor sin querer, en cómplices de una tramoya jurídica que los deja muy mal parados a todos.

Esos que hoy celebran la decisión de la Corte Constitucional son los mismos que en el pasado se rasgaron las vestiduras, por la aprobación de la reelección presidencial. Ha hecho carrera en Colombia que las únicas decisiones judiciales respetables son las que benefician los intereses personalísimos de cada quien. Lo que le falta a nuestra política es coherencia y consecuencia. Por ello, no creo en dirigentes de derecha, ni de izquierda: al final todos son iguales y defienden sus propios feudos, la mayoría de las veces contrariando la razón y la lógica.

He sido un defensor convencido y desinteresado de la paz, pero está claro para mí que no voy a refrendar con mi voto un método viciado y contaminado, vaya uno a saber por qué presiones e intereses. Por lo pronto, me abstengo. No hay derecho a que envenenen de esa forma un proceso que puede eventualmente ser de mucho beneficio para el país. A mi juicio, el plebiscito está deslegitimado por completo, por cuenta de esta jugada. ¡No había necesidad de una trampa tan descarada!

La ñapa I: Ya se destaparon el cartel de la hemofilia y el de los niños con síndrome de Down. Viene ahora el de los enfermos de sida. No hay lugar en el que puedas esconderte, Alejandro Lyons.

La ñapa II: Celebro que, después de su primera entrega como YouTuber, la exministra Cecilia Álvarez-Correa se haya maquillado y hecho el blower para su segunda y tercera presentaciones.

 

Domingo, 24 de Julio de 2016
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