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Las audiencias públicas de la JEP

El Sistema de Verdad, Justicia y No repetición se creó en el Acuerdo de paz.

No voy a hablar del contenido de la primera audiencia de la JEP transmitida en vivo el pasado viernes 18 de Septiembre en la que los magistrados indagaron formalmente a Julián Gallo, ex miembro de esa guerrilla y por años mando militar del frente urbano de las FARC en Bogotá.

La razón por la que no me referiré a lo dicho ante las cámaras por el ex guerrillero es que necesito creer que el tribunal que lo está juzgando sabe lo que hace, y tiene los elementos de juicio para establecer su responsabilidad en el caso por el que lo está procesando e él y a otros 13 ex mandos de las extintas FARC. ¿Dicen la verdad? Serán esos jueces los que tienen que dar el veredicto. 

Fueron tres horas de cuestionamientos puntuales de quienes hoy son los encargados de ejercer justicia sobre estos ex combatientes. Magistrados que siguen líneas de investigación basados en pruebas documentales, evidencias y testimonios que la Justicia Transicional para la paz ha logrado acotar en el proceso del caso 07 referido al reclutamiento de menores durante esa cruenta guerra que duró mas de 50 años. 

El Sistema de Verdad, Justicia y No repetición se creó en el Acuerdo de paz para afrontar el más difícil de los pasos en el tránsito que hace una sociedad que quiere poner fin a un conflicto armado en pleno siglo XXI. Y en su trabajo, seriedad y profesionalismo recae la responsabilidad de afianzar la anhelada reconciliación. La JEP tiene que sustentar la verdad judicial al definir las sanciones para los responsables de los más crueles vejámenes a la humanidad que ocurrieron durante la confrontación y sus sentencias serán la única manera de darle legitimidad  a la justicia para dar paso al escenario de la convivencia. Así debe ser en términos formales. 

Pero hay una realidad. Una parte del país se resistió al acuerdo, lo rechazó el  con el NO en el plebiscito, y  hoy, años más tarde, no logra quitar del medio esa piedra atravesada en el camino. 

Por esto, el paso que dio la JEP al permitir por primera vez  en Colombia que cualquier ciudadano pueda asistir a estas versiones sin filtros ideológicos, ni emocionales, ni dando interpretaciones mediáticas es definitivo y da una leve esperanza. 

La transparencia de sus audiencias puede lograr lo que la simplistamente llamada “polarización” no ha permitido hasta ahora, la confianza en el Sistema transicional. Que las víctimas y los ciudadanos no estén presos de apreciaciones sesgadas, o incompletas de cualquier conclusión anticipada de lo allí expuesto es un sacudón al escepticismo.

A pesar de que sólo unas 2.293 personas siguieron la transmisión en vivo, es trascendental para construir un mínimo consenso sobre la justicia ejercida sobre los victimarios.  Y por lo tanto de la Verdad judicialmente probada. 

Los que no creen en la JEP son muchos. Unos porque tienen ese discurso como arma de batalla política, y lo esparcen como maíz en el camino para no perder su único horizonte; otros porque reducen la paz a la cárcel y otros que siguen la corriente sin tener claro el porqué de su incredulidad. Son ellos quienes deberían ver y oír las audiencias en su totalidad. Aceptar ese reto para aclarar sus dudas y crearse una apreciación autónoma y libre. 

Los ciudadanos del común no tenemos la facultad para ejercer justicia. Pero el país va con orejeras haciendo juicios a diario, pidiendo verdades que apenas se están buscando, y que no sabemos si ya están dichas, acumulando desidia y desinterés en un proceso que no tiene reversa. La JEP es lo que tenemos hoy desde la institucionalidad para  afianzar el fin del conflicto con esas FARC que firmaron el acuerdo.  

Quizá la verdad esté más cerca de lo que pensamos. Quizá siempre la hemos tenido frente a nosotros, pero necesitamos que la establezca la justicia. No podemos sentirnos jueces porque estamos adoloridos, sesgados, llenos de odio y ganas de venganza y si no tomamos ahora ese rumbo, vamos a renunciar al futuro. 

Domingo, 20 de Septiembre de 2020
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