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Las canas de Duque

Ahora resulta que para ocultar su inexperiencia se pinta canas. 

Para proyectar una imagen de académico, afirmó que había realizado “varias especializaciones, entre ellas una en negociación de la Universidad de Harvard”. Hoy, después de que se sabe la verdad, modificó su página web y al final se supo que solo hizo un par de cursos que, como lo afirma Alejandro Hoyos —estudiante de doctorado que hizo la consulta directamente en Harvard — “no confieren título o diploma, solamente una certificación de asistencia”. 

Cuando quiso exhibirse como un hombre de familia, como un padre bueno y de confianza, de esos que además aman su país y por eso quieren transformarlo para sus hijos, terminó copiando un vídeo utilizado por un político español. Al final, hasta José Fajardo, periodista del Diario El Mundo de España, dedicó una noticia señalando las semejanzas entre las dos piezas comunicativas: la original, realizada por Albert Rivera, y la imitación —mal hecha además — desarrollada por el candidato presidencial del Centro Democrático.

También ha querido posar de independiente; ay, tan emancipado y autónomo, cuando es obvio que por el solo hecho de ser el candidato de ese partido político, se sabe quién definió que estuviera ahí; quién lo dirige; quién le dice lo que debe y deberá hacer. Y ni hablar de su intento por reflejar una apariencia de político decente: habla suave y con calma, mira a los ojos, repite una y otra vez que él propone “soluciones, no agresiones”, pero “mete las manos al fuego por la honorabilidad”  de Uribe, afirma que Andrés Felipe Arias “es una persona excesivamente perseguida” y deja que sea nombrado jefe de su campaña al destituido ex procurador Alejandro Ordóñez. Ese es el reflejo de su decencia. 

Como si fuera poco, en su página oficial afirma que es “orgullosamente colombiano y creyente de Dios”, pero esto no le alcanza para decirle no al fracking; ni para desmentir las falsedades que su partido ha reproducido en contra de la paz; ni para decirle sí al matrimonio igualitario; para nada le alcanza su orgullo y su fe. Recuerdo siempre con Duque el clásico niño hipócrita de la pandilla: el que rezaba, el que iba siempre con el pliegue del pantalón bien marcado, el que no decía groserías y cada mes izaba bandera por buen comportamiento, pero al final era peor que todos porque haciendo lo mismo, seguía comulgando y guardando sus pulcros modales frente al sacerdote, su profesores, tías, vecinos…

Y bueno, la tapa: ahora resulta que para ocultar su inexperiencia como estadista, su nula destreza como administrador público y su incapacidad como gestor, se pinta canas. Sí. Porque tal como lo hemos visto en la última semana, su falta de pigmento natural se ha acelerado a un ritmo casi tan veloz como el de su inexplicable ascenso en las encuestas. Y no. Para la experiencia los tintes no sirven. Para la experiencia, lo primero y fundamental, es reconocerse como un ser autónomo e independiente. Y bueno, puede ayudar no fingir ser un académico exitoso, no ocultar el apoyo a deshonestos con buenas maneras, no copiar ni plagiar a nadie. Al final, caminar un camino que sea forjado por uno mismo. 

Viernes, 6 de Abril de 2018
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