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Las jugadas de Pastrana
Él mismo era víctima de su falta de claridad en lo que hacía.
Sábado, 2 de Diciembre de 2017

Andrés Pastrana Arango ejerció el cargo de Presidente de la República de Colombia en el período 1998-2002. 

Fue elegido con el incienso del Partido Conservador, como heredero político de su padre Misael Pastrana, quien también entró a la galería de gobernantes de la nación durante el Frente Nacional que se pactó para ponerle fin al sectarismo partidista y a la dictadura que había engendrado el ejercicio antidemocrático y violento del poder por parte de la colectividad orientada férreamente por Laureano Gómez y Mariano Ospina Pérez en los años 40 y 50 del siglo XX.

El mandato de Andrés Pastrana fue insustancial y errático. Se montó en la audacia de buscar un acuerdo de paz con las Farc y aunque era una intención positiva por su finalidad terminó enredada en las confusiones de su promotor. 

Él mismo era víctima de su falta de claridad en lo que hacía.

Sin duda, el de Pastrana fue un gobierno mediocre. Nada significativo le aportó al país. 

No hay soluciones que puedan tomarse como avances en el desarrollo económico, político, social y cultural.

Sin embargo, Pastrana insiste en mostrar un liderazgo imposible de sostener. No tiene las condiciones para ello y la mera pretensión de inflar su egolatría no lo salva. 

La insipidez de su personalidad es evidente. Por eso asume actitudes ruidosas, como cuando se pelea con el Gobierno. 

Respira, además, resentimiento. Le lastima que otros hagan lo que su incapacidad le impidió llevar a cabo.

Las nuevas jugadas de Pastrana son más de lo mismo. Es un revoltijo de marrullerías, como estrategia para preservar la vieja caparazón de rancios privilegios.

Las críticas al acuerdo de paz y a las propuestas de ajustes institucionales son la espina que tiene atravesada Pastrana por la aridez de su carrera pública, en contraste con metas alcanzadas por otros dirigentes de visión y voluntad de mayor peso en la realidad colombiana.

Sumido en los devaneos de principios ya enmohecidos por la dinámica del tiempo y del conocimiento, Pastrana como otros de su círculo político se ha rezagado. Está anclado en el pasado conservadurista, lo cual le impide tener claridad sobre los nuevos rumbos que necesita Colombia para dejar de ser una sociedad tan desigual, asediada por los demonios de la corrupción, el abuso y la mezquindad.

Pastrana y Uribe hacen la alianza perfecta para oponerse a las soluciones que le garanticen a Colombia ser un Estado Social de Derecho, no en la teoría inerte de la Carta sino el funcionamiento efectivo de sus instituciones.

Las jugadas políticas de Pastrana son la trampa con que se busca meter al país en socavón de la derecha que todo lo reduce a la voluntad inapelable de quienes pueden imponer la sumisión.

Puntada

En su libro “Procesos electorales y democracia en Colombia”, Jaime Buenahora hace esta reflexión: “A pesar del tortuoso camino por el que ha atravesado la democracia colombiana, y del durísimo golpe que le propician el fenómeno depredador de la corrupción en el sector público y el neoliberalismo desenfrenado, creemos que todavía podemos encauzarla. En esa loable tarea todos tenemos una cuota inmensa de responsabilidad ciudadana”.

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