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Las puertas están abiertas
La vida contemporánea es una ruleta rusa en desafío con el destino.
Jueves, 28 de Junio de 2018

Esto funcionas así:

Existe una idea, un concepto dando vueltas y rondando el intelecto, como esperando ser visto por la conciencia en un descanso tras al agitado andar de la vida.

Una idea representada quizás, en esa persona que de pronto aparece como cámara subjetiva de una película americana, recorriendo precipitadamente las calles de Manhattan; casi buscando con desespero un lugar para respirar, tomar aire y volver al laberinto de emociones encontradas impulsadas por la adrenalina de las expectativas.

Solo se escucha el ansioso aliento y un sin fin de sonidos mezclados sin ecualizar la armonía. 

Es el ruido de la vida contemporánea. Esa que no anuncia los peligros y no advierte los vacíos. 

Es la desordenada sinfonía de la calle, que responde a un mundo a veces temerario, a veces inmisericorde, a veces hostil. 

Indiferente ante el dolor e injusto con la ecuación de la igualdad; Un universo lleno de azares y suertes que constantemente confundimos con la tan esperada ley de la compensación. 

Suena la ambulancia que transporta la angustia y se abre paso entre los cientos de autos que sintonizan miles de emisoras contando noticas, informando escándalos, descubriendo la corrupción, allí, en la media, donde exponen editoriales, alimentan la industria musical o simplemente juegan con el ego de las celebridades.

La prisa se viste de bocina, la voces se multiplican en los celulares, la necesidad y el hambre se hacen cómplices para buscar solución en bolsillos ajenos, el comerciante promociona, el vecino compite en decibeles, al altavoz del subterráneo busca escapar a la luz, los frenos del metro anuncian su llegada, el aire comprimido da la bienvenida a un cardumen de sardinas caminantes que solas ingresan a la lata como emulando millones de espermatozoides desenfrenados queriendo alcanzar la victoria de la fecundación. 

La ciudad sigue estruendosa generando un ruido similar al de un sistema de amplificación sin polo a tierra.

Un avión se impone como el dios de los aires, el bebé llora para comunicar, el niño ríe para expresar, la viuda llora con desconsuelo, el ascensor timbra, el teléfono suena, el conmutador repica, el taxi pita, la licuadora se enciende, el televisor se prende, la alarma se activa.

Dios habla y nadie lo escucha.

Estamos demasiado ocupados consiguiendo el éxito.

Luego estaremos bastante desesperados tratando de sostenerlo.

Enseguida, muy angustiados por la posibilidad de llegar a perderlo, y, por último, muy arrepentidos de haber insertado la moneda con que inició el juego donde sabíamos desde el comienzo que seriamos perdedores. 

Es una vida como inspirada en ese pac-man que absorbió la atención de un despertar digital enseñándonos el presagio de lo que sería nuestro futuro. Perseguidos, acorralados, devorados, acabando nuestras esperanzas de vida y agotando nuestras fuerzas con pruebas de supervivencia que finalizan en una pantalla oscura con un letrero que anuncia que el juego ha terminado... “Game Over, Incert Coin”.

Es que también vale no jugar. No así, no a ese juego. 

La vida contemporánea es una ruleta rusa en desafío con el destino.

Y la lección aquí, es comprender que no hay necesidad de jugarla cuando existen otras maneras de divertirse en este paseo maravilloso de existencia terrenal.

Como el niño que en su naturaleza se da licencia para abstenerse del juego brusco de sus primos mayores.

Es nuestro regalo, nuestro don. Una esencia impecable de sentido común descubierto desde los estudios de Darwin con su teoría de la evolución, donde expresaba la supervivencia del más apto. 

Las puertas están abiertas para ingresar a un juego más simple, donde no hay perdedores, ni categorías.

Un juego cuyas instrucciones se encuentran al abrirlo porque solo se permite el acceso a quienes descubrieron la clave secreta descifrada en la confianza.

Dios nos invita a jugar a la felicidad y nos nosotros aceptamos; Así de fácil.

Ya en el marco de los participantes ordenados en filas como en los grandes patios de los colegios cuando se anuncian las palabras mayores provenientes de la oficina de la rectoría, aparecerá Dios para exponer las instrucciones del juego resumidas en tres palabras: Amor, perdón y gratitud. 

El juego consiste en aprovechar un periodo de tiempo para encontrar la misión y el propósito en la vida que nos llevará a la puerta de la trascendencia de nuestra alma.

Entre tanto, está permitido equivocarse y corregir, amar y perdonar, consolar al afligido, servir al necesitado, acompañar al enfermo, levantar al caído, comprender al obstinado, contemplar el entorno y hasta volver a equivocarse. El juego simula un laberinto con múltiples puertas, que repito, siempre estarán abiertas.

Su apariencia quizás pueda llevarnos a pensar que están cerradas, pero solo lo sabremos si nos atrevemos a poner en movimiento su bisagra. 

La magia conociste en adquirir la habilidad de discernir intuitivamente la elección correcta para ingresar por puertas acertadas que conducen a caminos precisos que también tendrán abismos a los lados, zonas pedregosas y alertas de deslizamiento como pruebas de superación. 

El premio eligiendo correctamente, está en obtener la garantía de andar sobre la ruta indicada hacia el norte de nuestra felicidad. 

Todas las puertas están abiertas, solo tu decides si entras o no. Tienes varias opciones. Solo te recuerdo elegir bien y reconocer que tu eres la llave.

. . . . . . . .  Texto extractado del libro “Las puertas Están Abiertas” que justo está siendo ubicado en las librerías por estos días. Mi invitación para conseguirlo, disfrutarlo y compartirlo.

Hakuna Matata

JMC

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