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Las tres mismas semillas
Las mentiras utilizadas en la campaña del plebiscito por la paz iban a estar presentes en las mentes de los colombianos por mucho tiempo.
Jueves, 14 de Junio de 2018

Siempre lo supimos: las mentiras utilizadas en la campaña del plebiscito por la paz iban a estar presentes en las mentes de los colombianos por mucho tiempo. Por eso también siempre supimos que en estas elecciones, esas mismas mentiras serían determinantes a la hora de elegir el candidato presidencial. Obvio: si se lograba asociar el proceso de paz con el supuesto “socialismo” que se vive en Venezuela, si se conseguía potenciar el miedo a la diferencia y, si se alcanzaba construir un enemigo y alcanzar a odiarlo, el éxito estaría garantizado. Y se logró…

¿Pero, cómo un país que ocupa el octavo puesto en desigualdad según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, que tiene más de ocho millones de víctimas, que está consumido por la corrupción y la falta de garantía de derechos fundamentales, puede seguir pensando que la respuesta está en los mismos que nos tienen así? ¿Cómo la gente no se da cuenta de que la alianza entre la clase política más corrupta del país y los medios de comunicación más poderosos, son la continuidad del infierno en el que vivimos? 

Fácil. En un pueblo ingenuo e ignorante, ha sido fácil sembrar tres semillas para que ese mismo pueblo no sea consciente de la precariedad en la que vive. Sí. Precariedad; aquí hablamos desde el rebusque, las contrataciones OPS y nuestro pésimo sistema de salud, hasta tener que adquirir deudas para pagar universidades y aceptar que pensionarse ya sea un sueño que solo pudieron cumplir la mamá profesora, el abuelo que trabajó en el sector público (cuando las condiciones laborales lo permitían), y una que otra tía enfermera. 

Pero vuelvo a las tres semillas. La primera, el bolsillo: si se lograba hacer creer a la gente que “estaríamos como Venezuela”, esa misma gente votaría (y votará) por quienes hoy representan la derecha; sin saber, claro, que esa derecha es la que los tiene empobrecidos. La segunda, la homofobia: si la “ideología de género” sirvió para que centenares de iglesias le dijeran no a la paz, hoy sirven también para que sectores conservadores sigan aprovechando el discurso de “valores” para fortalecer sus interese políticos. 

La tercera, el terrorismo: una vez se logró consolidar este concepto, se crearon los enemigos perfectos; y, con los enemigos, el odio; y, con los enemigos y el odio, la asociación de que todo lo que no fuera la misma derecha que ha gobernado siempre el país, era el enemigo. Ojo. No solo un guerrillero, sino todo lo que se oponga a los intereses de esa derecha. 

Miedo a que nos toquen el bolsillo, una homofobia escondida en valores cristianos y, un enemigo a quien poder odiar, ha sido el resumen de la estrategia del uribismo para llegar nuevamente de primero en las encuestas. Obvio; una vez sembradas las semillas de miedo  y odio, era perfecto un candidato joven y sin un pasado delincuencial para equilibrar la imagen de esta nueva campaña presidencial. Sin embargo y cuando hoy sabemos que ese candidato responde a los intereses de Uribe, Pastrana, Gaviria, Ordóñez y toda la sucia clase política que se les ha sumado, comprendemos que todo será lo mismo. Un gobierno corrupto que gracias a su impecable trabajo de difamación en el país, logró que la gente votara por miedo.

Aún estamos a tiempo. Gustavo Petro, con todas las debilidades que pueda tener, cuenta con una propuesta que realmente puede cambiar la forma de hacer política en el país. ¿Cuál es el riesgo, cuando sabemos que las mayorías del Congreso, los medios de comunicación y gran parte de la sociedad le harán oposición? En cambio, si escogemos a Duque, ese Congreso, esos medios de comunicación y una ciudadanía impotente frente a estos poderes, podrán hacer muy poco para evitar la continuidad de la desigualdad, la violencia y la corrupción en el país. 

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