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Lecciones de una pandemia

Ya deberíamos tener muy bien aprendidas algunas de las enseñanzas.

Una pandemia es un hecho excepcional en la vida de las personas. No acontece tan seguido, la última fue hace más de cien años; en otras palabras, salvo contadas excepciones, nadie tiene memoria de un evento así. Es quizá el único evento terrestre capaz de enlazar e involucrar simultáneamente a la humanidad entera. 

Para este momento de nuestra historia, ya deberíamos tener muy bien aprendidas algunas de las enseñanzas y lecciones que se pueden extraer este evento. Sin embargo, dos cosas son muy complicadas para el ser humano. Primera, comprender lo que la naturaleza nos quiere decir, y segunda, aprovechar la experiencia de otros. 

Todavía, y quien sabe por cuánto más tiempo, seguirá habitando entre nosotros el racismo. Y eso que tal vez es lo primero que enseña una pandemia, que el color de piel es lo que menos importa. Que de la epidermis hacia dentro no solo somos exactamente iguales en constitución, sino en vulnerabilidad y mortalidad.  

Lo de tener sangre azul, otra de esas estupideces que suele inventar el menos peludo de los primates, es refutada hasta la saciedad. A un virus le importa un pepino el linaje de la persona o la cantidad de empresas o dinero que se tiene en el banco. Mata por igual. 

Que solo hay un camino hacia el progreso, llámese superar una pandemia o crear una sociedad más justa, y es la de trabajar en equipo. Para cortar la capacidad de contagio de virus, esto es cerrarle los caminos de los que se vale para ir de una persona a otra, únicamente se dará cuando las recomendaciones de usar tapabocas y el mantener el distanciamiento, las cumplan todos, no solo unos pocos. 

Que trabajar en equipo también significa más fraternidad y menos egoísmo. La tremenda crisis económica que está ocasionando la pandemia afecta a todos por igual. Empresarios y empleados deben llegar a consensos sobre salarios y demás. El egoísmo y la ambición, por cualquier lado, los perjudicará es a ambos.

Las lecciones no solo son cómo encaminarse para construir un mejor mundo, sino para conocer más profundamente la sociedad en la que vivimos, y que todos construimos. Y en el caso de los colombianos, nos recuerdan la existencia otro tipo de enfermedades que, a diferencia del Covid-19, siempre han estado con nosotros. 

Una de estas enfermedades es que somos obstinadamente machistas. Lo que se ve reflejado en el desbordamiento del maltrato a la mujer en todos los frentes. En el hogar; para muchas mujeres, el peor enemigo es la persona con la que comparten cama. En las violaciones por parte de las fuerzas que ostentan el monopolio de las armas; cada día no paran de salir denuncias a la luz pública. 

Esta enfermedad tiene muchos rostros. Otro de los rostros es la revictimización de la víctima. A la mujer violentada, luego, se le somete al escarnio público. En el caso de la niña violada por siete soldados, la fiscalía lo consideró un abuso y no un acceso carnal violento. Y la comunidad insinuó que la niña había buscado y provocado a los soldados.

La estupidez es otra, y esta está en todos los estratos. Amenazan de muerte a médicos y enfermeras; o los echan del edificio donde viven o no los dejan entrar a las tiendas. Un cretino manosea varios jugos en un supermercado. Toman desinfectante para  prevenir el coronavirus. La lista es interminable. 

Son lecciones y enseñanzas que están ahí para ser aprovechadas. Aunque, con tristeza lo digo, la sociedad colombiana todavía no está preparada para comprenderlas y aplicarlas. Mientras tanto, será seguir viendo como pululan entre nosotros las enfermedades generadas por agentes externos como las que salen de nuestro interior. 

Miércoles, 22 de Julio de 2020
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