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¡Lo que el cine nos dejó!
La  entrada  de  la  juventud coincidió  con  la  inauguración  del modernísimo (para  la  época)   Cine  Leonelda.
Martes, 26 de Septiembre de 2017

Cuando la  semana  pasada leía las crónicas  realizadas  por los  estudiantes de  la  asignatura  de  géneros  interpretativos, particularmente las de  los futuros  comunicadores sociales  que  les  correspondió el  tema : “la  cultura  por  el  cine en  Ocaña”, comencé a  revivir las emociones  que sentí como precoz  cinéfilo frente  a  las  antigua pantallas  de las  seis  salas que existían  en  la  ciudad.

La  afición  por  el  séptimo  arte  crecía  en  la  medida en  que dejaba  la  niñez para   darle paso a  la  adolescencia  y,  por  supuesto,  cuando empecé a  cambiar mi gusto  fantástico de  las  películas  de Walt Disney en  el “Morales Berti”,  por las  vaqueras  de Gene Autry, Hopalong Cassidy , Red Riders,  Roy  Rogers,  o las romanas  de Kirk Douglas,  Charlton Heston, Toni  Curtis,  Richard  Burton y Rex  Harrinson, en  El  Granada, o  en  El  Avenida.

Cuando cupido  inició su  ineludible  labor, las  temáticas  predilectas las ofrecían los  actores  y  actrices mexicanos, Enrique  Guzmán,  César  Costa, Alberto  Vásquez, Angélica  María  y  la  española Rocío  Dúrcal. Tanto en El Morales como  El  Avenida, las enternecedoras escenas  románticas nos  permitían  soñar  con nuestras  primeras heroínas y hasta  nos hacían  sentir como  los  protagonistas de  las  idílicas conquistas.

Para  continuar con  los marcos  románticos ideales, prosiguió Romeo  y  Julieta, la  dramática historia  de Shakespeare, protagonizada de  manera  magistral por  la  bella  Olivia Hussey  y Leonard Whiting, bajo  la  dirección  de   Franco Zeffirelli.       

Con mi  primo Emiro Navarro coincidí con  el  gusto  por  el  cine y él se  convirtió en  el cómplice  ideal   para compartir los  suspiros  y  hasta  las  lágrimas con  las  que  salíamos comentando las  tramas escenificadas.

Desde  ese  momento  nos  declaramos  enamorados  platónicos  de  la hermosa Olivia y afortunados por  no tener  el  desenlace de  los jóvenes  sacrificados por  el amor.    

En  la  medida  que crecíamos, cambiaban los  temas,  los  horarios y  los precios  de  las boletas. La  primera  etapa, la de  la  ingenuidad infantil correspondían a  las  funciones   en  las  mañanas dominicales (matiné) y la  entrada costaba  un  peso  con  cincuenta centavos,  sin  descartar que  había algunas  promociones,  lo  que  en su  tiempo equivalía  al  ‘gancho’,  es  decir  dos  por  el  precio  de uno. Continuaron las  vespertinas, y por  último las  nocturnas,  a  precios mucho  mayores y  difíciles  de  recordar.

La  entrada  de  la  juventud coincidió  con  la  inauguración  del modernísimo (para  la  época)   Cine  Leonelda,  de  la  Beneficencia de Norte  de Santander,  con  la  película “Historia  de  Amor” (Love  Story),  escrita  por  Erich Segal y protagonizada por  Ali  MagGraw  y Ryan O´neal . 

Dentro  de  las  anécdotas  imborrables de la  primera  etapa como admiradores  ‘biches de la  cinematografía, recuerdo  el dolor intenso y prematuro que  sentí en  una  Semana  Santa cuando  con  mis  hermanos vi  “El  Mártir  del  Calvario” , protagonizada  por  el  español  Enrique Rambal,  o cuando llevamos avío o  mecato para  soportar  las  casi  cuatro  horas  que  duraba  “Los diez  mandamientos”,  con  la  actuación  estelar de   Charlton Heston  y el  ruso Yul Brynner.

Confieso que no  utilicé el maravilloso medio  de  comunicación para encuentros amorosos, como era la  moda, entendí que debía  asistir  a  las salas  de  cine para viajar a  través  de  las  historias  y  paisajes,  para  recrearme  físicamente  y para desarrollarme intelectualmente.

Del Granada  recuerdo las  rabietas de don Hacip Numa, el  propietario de  la  sala  de  proyección cuando los  espectadores descargaban  la  ira  contra  las  sillas  de  madera, para  protestar  cuando se  cortaban las  cintas.

De las  seis  salas  de  cine solo  queda  la  del  Leonelda, reducida en  espacio y espectadores, ahora  como propiedad  de la  Cámara  de Comercio  de  Ocaña.

Con  una realidad desconcertante debemos  aceptar: la  cultura por  el  cine está  desapareciendo… solo  nos  quedan  los  recuerdos  de  una  época mejor.  

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