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Lo que se viene con el Eln

El concepto de guerras asimétricas eclipsa la comprensión de lo que entendíamos hace años como una guerra tradicional.

Después de la bomba en la Escuela General Santander, muchas complejidades se han abierto en el panorama político, social, cultural y militar del país. En lo político, la decisión del gobierno de no continuar con los diálogos y las posturas frente a los protocolos; en lo social, un pueblo que está profundamente golpeado por acciones terroristas, pero también por el terrorismo de Estado; en lo cultural, posiciones que claman venganza, “mano dura” y que legitiman una guerra que solo afecta a los de siempre: a los que más sienten su impacto, los civiles. 

Sin embargo, en toda esta complejidad, se asoma de nuevo y con fuerza un fenómeno casi imposible de calcular en el plano militar: el que se da cuando una guerra es asimétrica. Como lo han descrito autores como Herfried Münkler, la asimetría se da cuando las fuerzas de los ejércitos son tan desiguales en términos de efectivos y armamento,  que uno de los dos bandos opta por prácticas no convencionales. ¿Qué es lo convencional? Un combate abierto, enfrentamientos de igual a igual. Lo no convencional, en cambio, son aquellas acciones inesperadas en las que se usan prácticas como las de la bomba que recientemente masacró a los cadetes.

El concepto de guerras asimétricas eclipsa la comprensión de lo que entendíamos hace años como una guerra tradicional, y casos hay muchos, y en todo el mundo: desde atentados en los que se usan aviones civiles para derribar edificios, inmolaciones de víctimas que ofrecen sus propias vidas para atacar objetivos militares o civiles en pos de una causa, hasta lo que volvimos a ver los últimos días en Colombia. 

En una guerra asimétrica, cuando las fuerzas no son iguales, el más débil ataca de forma inesperada. No tiene los recursos, pero sí la intención. No tiene la fuerza suficiente para derrotar a su contrincante, pero sí para atacarlo de forma aleatoria. No tiene reglas. No se respeta el Derecho Internacional Humanitario, por lo que en esta modalidad, los civiles llevan la peor parte porque en una guerra regular o tradicional, los combatientes, en principio, son el único objetivo militar. 

Ahora bien. Para contrarrestar este tipo de guerras, las asimétricas, se necesita una inteligencia militar capaz de anticipar esa modalidad de violencia. Y esa inteligencia nunca es suficiente. Nunca. Ni en Norteamérica, ni en Europa, ni en ningún lugar del mundo. ¿Cómo un Estado como el colombiano, que hace alarde de su poderío militar en los desfiles del 20 de julio y el 7 de agosto, pero que no fue capaz de derrotar militarmente a las Farc, podrá vencer al Eln? ¡Nunca! El Estado colombiano, militarmente hablando, es un Estado fallido. Si no hubiera negociado con las Farc, las Farc aún existirían como grupo de guerrilla. 

Imaginemos entonces un “reinicio” de la guerra con un grupo que no da la cara, que sabe manipular a la población civil, que encuentra en la asimetría, una vez más, una fórmula para ejercer su “lucha”. Una guerra con un grupo cobarde. Ahora, que los diálogos con el Eln se han cerrado una vez más, debemos (y tenemos que) exigir que se respeten los protocolos para que el mínimo de confianza que existe entre las partes no afecte escenarios de negociaciones futuras. 

Al Estado Colombiano le quedó grande terminar la guerra por la fuerza, porque una guerra nunca se logra terminar por la fuerza. Una guerra se acaba negociando con las partes, y para eso se necesita humildad y humanidad. Humildad para reconocer que militarmente nos somos tan fuertes como decimos serlo, y humanidad para comprender que los civiles, como siempre, llevan la peor parte. 

Jueves, 24 de Enero de 2019
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