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Los buenos en la calle

Hay que felicitar a quienes en esta ciudad se unieron a la marcha y se desplazaron desde distintos puntos hasta el sitio del encuentro final.

Las movilizaciones en todo el país han sido la noticia de estos días recientes porque con ellas se intenta hacer un llamado al gobierno nacional sobre asuntos que está padeciendo el país, muchos de ellos no de ahora, sino desde hace varios años. 

Otros se fueron a las calles a manifestar su descontento por un paquete de medidas que el gobierno pondría en consideración del Congreso y que se ocupan de manera primordial de los asuntos económicos. 

El derecho a la protesta ha sido garantizado a quienes de manera voluntaria participan en estas actividades callejeras, pero la advertencia de posibles desordenes en el marco de esas marchas fue desatendido por los organizadores y cuando ocurrieron culparon al gobierno y la policía; lo mismo que ocurre cuando un grupo subversivo lanza una bomba, ellos no son los culpables, son las autoridades que no les garantizan la seguridad a los afectados. 

Es tal cual como buscar el muerto rio arriba. 

Hay que felicitar a quienes en esta ciudad se unieron a la marcha y se desplazaron desde distintos puntos hasta el sitio del encuentro final. 

Lo hicieron con orden, dando muestras de civismo, pudieron hacer oír sus arengas, blandir sus banderas y pancartas, expresar su descontento; pero todo dentro de la normalidad y el acatamiento a las reglas de convivencia, sin que hubiera un mínimo asomo de desorden. 

La desgracia se apoderó de los caleños y bogotanos por cuenta de unos pocos delincuentes que encontraron en las estaciones del servicio público de transporte masivo y otros locales, el sitio propicio para descargar su indecencia haciendo uso de piedras y cuanto objeto encontraron en el camino, sin haber dejado de agredir físicamente a los miembros de la Policía Nacional que atentos cumplían con su labor de cuidar y ser garantes del orden. 

La zozobra siguió a las acciones violentas y muchos sectores de estas ciudades se sintieron amenazados y el miedo fue por varias horas el compañero para muchas personas. 

Por fortuna para nuestro país y suena a perogrullada, los buenos en Colombia somos más. 

Pasado el vandalismo han aparecido grupos espontáneos que limpian calles, borran los letreros insultantes y tratan de acomodar lo que otros destruyeron. 

Esos ejemplos de civismo abundaron en donde mayores fueron los destrozos, estas personas también merecen un aplauso. 

Si bien hay signos de descontento, hay un sentimiento de rechazo a los violentos que es mucho mayor, se entiende que se puede protestar dentro del marco del respeto por las personas y las cosas, sin hacer daño, sin que obedezcan a una ideología política, simplemente son producto de la espontaneidad y la preocupación porque prevalezca el orden. 

Por esto es que nadie puede apropiarse de ese tipo de conductas y sacarle partido buscando ganancias secundarias como lo ha hecho por ahí un candidato perdedor. 

Conviene que el dialogo propuesto desde la presidencia conduzca a buen puerto estos reclamos populares para el bien de todo el país sin que permitamos el contagio de conductas dañinas que se orquestaron en otros sitios porque los destrozos y agresiones a la autoridad no traen sino miseria y atraso.

Domingo, 24 de Noviembre de 2019
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