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Los olvidos de Europa
Tampoco hay que olvidar el repunte de ISIS en Oriente Próximo con los ataques en Siria.
Domingo, 21 de Abril de 2019

No son las llamas de Notre Dame lo que obnubila a los gobernantes de Europa desde sus mazmorras burocráticas, ni el dinero que fluye desde los bolsillos de las casas de moda o cosmética mundial hacia el templo lo que impide que el ‘viejo continente’ se ocupe de los no tan mediáticos incendios que se propagan con fuerza en los Balcanes, Ucrania y el Norte de África. Es el temor de un Brexit sin acuerdo (Brexit duro) lo que ha causado el descuido de la Unión Europea (UE). Es momento de que Europa vire la atención al vecindario y unifique su posición política ante asuntos como la intervención en la crisis de Libia o la resolución del conflicto tribal en Sahel. 

Mientras Jean-Claude Juncker y la Comisión Europea siguen debatiendo sobre el riesgo de un Brexit duro y los impactos negativos en la economía europea a largo plazo de la retirada de los británicos del bloque, el destino de uno de los países más pobres de Europa se debate entre un cómico sin experiencia y un empresario que infla el descontento ciudadano con cada escándalo de corrupción. Para el momento en que lean esta columna, la presidencia de Ucrania estará ocupada por un hombre que resultó victorioso luego de un apetito desesperado por romper el pasado, y no como fruto de una elección colectiva inteligente en la arena política.

La pobreza y la crisis política que azotan a Ucrania se replican en los Balcanes, región donde habitan 18 millones de personas y en la que se desarrollan protestas que afectan los procesos de democratización de Albania, Bosnia y Herzegovina, Kosovo, Macedonia, Montenegro y Serbia. Al respecto, la UE mantiene su característica tibieza al pretender ejercer la suficiente influencia en los Balcanes como para evitar el retorno a políticas de etnización de la década de los 90, sin asegurar su entrada al club. Esta iniciativa puede ser insuficiente en el panorama actual, generando un desequilibrio que resultaría en el posicionamiento de actores como Rusia, China y Turquía en la zona. 

Tampoco hay que olvidar el repunte de ISIS en Oriente Próximo con los ataques en Siria, ni la situación que se vive en otra Nación del Magreb: Argelia, donde han transcurrido nueve viernes de protestas en búsqueda de una transición del poder luego de la caída de Abdelaziz Buteflika. Millones de manifestantes exigen conocer quiénes son los que verdaderamente gobiernan el país magrebí y rechazan la celebración de elecciones bajo la mirada de autoridades corruptas (las mismas que han gestionado los comicios de los últimos 20 años). Aun después de tanto tiempo, la UE guarda silencio y no responde ante el reto de gestionar una transición pacífica y democrática. 

Otro líder caído fue el de Sudán, un país de África del Norte que está tan cerca de Europa como para seguir ignorando medio año de manifestaciones que pueden resultar en el crecimiento del número de refugiados –van 17.000 en 2019 según ACNUR–. El despertar de Sudán tiene que ver con el anhelo ciudadano de la destrucción de las redes de poder clientelar tejidas por el ex mandatario Omar al Bashir, quien ostentó durante más de tres décadas el título de tirano. Las protestas sudanesas, por más pacíficas y mediáticamente minimizadas que sean, hacen parte de los intereses de las ambiciones geopolíticas de Arabia Saudí y los Emiratos, lo cual puede derivar en una escalada del conflicto y un aumento del número de refugiados que huyen de la guerra y la miseria cruzando el mar Mediterráneo.

Las protestas con olor a primavera árabe no son las únicas que requieren atención: Al interior de Europa, el repliegue de los chalecos amarillos ad portas del anuncio de nuevas medidas económicas y sociales representa una  amenaza, también invisible a causa del Brexit. 

La UE debe hacer frente a los desafíos de cohesión y eficacia que representan los malestares de las regiones Sur y Este del continente, que vienen descuidadas desde hace tres años a causa del Brexit noroccidental, y no seguir desgastando las pocas fuerzas políticas que le quedan a la comunidad política en ofrecer plazos y más plazos para la salida ‘negociada’ del Reino Unido de esta organización internacional. 

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