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Madurez retroactiva

Es una buena elección superar esta devaluación que nos condena, a priori, a negarnos el respeto íntimo.

Es bueno retornar a la creatividad, a los valores, a la existencia sana, a la capacidad de ingenio, a las viejas costumbres familiares y controlar, con beneficio de inventario, los nuevos moldes de liberación que inundaron a la juventud. 

La batahola del mundo no puede continuar en la frivolidad: la tarea es eclipsarla y borrar la maleza, paso a paso, con la fantasía en el corazón y una huella de ternura plantada en cada acto. (La madurez está cansada de las taras disfrazadas de modernismo que atropellan la estética y la ética).

Es una buena elección superar esta devaluación que nos condena, a priori, a negarnos el respeto íntimo, con una armonía capaz de reconstruir la dignidad.

Necesitamos fuentes espirituales más alegres, convicciones acrecentadas de esperanza, de lucidez, de comprensión, como parámetros evolutivos hacia una constante recuperación de la decencia.

La solución está en procurar escenarios magistrales de humanismo, sembrar y esparcir prolíficas semillas de educación, ejercer la originalidad y refugiarse en el arte inscrito en cada uno de nosotros. 

Y la historia de las basuras, cargada en los vagones del tiempo, meterla en el hueco del olvido.

Una opción interesante es realizar obras que nos dignifiquen e induzcan a mejores horizontes, a voltear el reloj de arena cada vez que la conformidad nos amenace y comenzar una misión nueva y singular. 

Y ajustar la moral a la dimensión humana, sin perfecciones imposibles y ser fundamento de una especie de filosofía mortal, asomada a aquella consciencia ingenua que tenía la vida. 

La paciencia, las palabras bonitas y la magia del silencio hacen menos intensas las espinas cotidianas.

Domingo, 20 de Mayo de 2018
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