La Opinión
Suscríbete
Elecciones 2023 Elecciones 2023 mobile
Columnistas
Metamorfosis
La vida no es más que un sueño perdido en las fronteras del tiempo, una ilusión pasajera que se vuelve nube.
Domingo, 22 de Octubre de 2017

El viento parece dibujar en la mañana los instantes para soñar: así, si uno mira en avanzada de nostalgia un poco más allá, puede ver los detalles del jardín, las copas de los árboles que semejan almenas, el aleteo del colibrí en lentitud o los viejos sueños que traen los pájaros en sus picos a ver quién los quiere sembrar.

Es como sentarse al borde del camino que conduce al infinito y pasear por los recuerdos bonitos, por la fantasía, o sentir la inefable eternidad de la música en los acordes del cielo, en el silencio narrador de las cosas íntimas de las matas, en las flores tímidas que surgen de las veraneras y en la imagen humeante del café que inspira un universo acrecentado de soles.

La vida no es más que un sueño perdido en las fronteras del tiempo, una ilusión pasajera que se vuelve nube y pasa a la constelación de estrellas, donde todo se mueve en dimensiones de luz y voces de inmensidad. 

Uno se puede detener de vez en cuando, como en las tiendas del camino, a presenciar la magia de los acontecimientos memorables del día que nace dispuesto a ser mejor, más joven, apto para erradicar el musgo que se posa en las piedras -cuando no se pulen- y las hondas sombras de las esquinas del amanecer, amuralladas en el alma, en torno a la esperanza.

De manera que es bueno apreciar la vida, imaginarla en su esplendor, acercarla a nuestras manos con actitud de bendición, a pesar de que a veces se muestre displicente, o muy coqueta, y nos haga sentir frágiles ante cualquiera de sus manifestaciones hermosas.

Se apertrecha entonces uno de naturaleza y de la cotidiana sensación de pertenecer a una maravillosa multitud de emociones, desde un ángulo que se abre dadivoso a la benigna concesión de paz que otorga el destino…a veces. 

Temas del Día