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Necesitamos una verdadera Paz

Siempre consideré que el acuerdo suscrito no lograría la paz en Colombia.

Hoy hace cuatro años se firmaba el acuerdo de paz suscrito entre el gobierno del Presidente Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia FARC y buena parte del país se paralizaba viendo este evento, para aplaudirlo o criticarlo. Cómo olvidar que en el mismísimo momento de la firma irrumpió con ímpetu un avión de la fuerza aérea y Timochenko casi se desmaya del susto que le propinó.

Siempre consideré que el acuerdo suscrito no lograría la paz en Colombia, pero si permitiría que el grupo guerrillero más antiguo y beligerante del país, fuera desarticulado. Se preveía que al interior de las filas se generarían disidencias y que otros grupos al margen de la ley tratarían de aprovechar el espacio para asumir control territorial en las zonas que estos operaban, como al final sucedió.

Estábamos frente a un proceso esperanzador desde la perspectiva que entre menos actores armados existieran en el conflicto, más posibilidades reales tendríamos de alcanzar la tan anhelada Paz. Se criticó que permitir que las FARC llegaran al Congreso de la República, era dejar que se adueñaran de las instituciones. Sin embargo, los que entienden las dinámicas institucionales, sabían que en el Congreso se los comerían vivos la jauría de políticos profesionales que no da puntada sin dedal y que conocen los vericuetos de la democracia por los cuales se pasean a sus anchas.

Lo cierto es que las FARC, ni suenan ni truenan en el Congreso, se perdieron en la maraña burocrática de un país hiperlegislado y sobredimensionado, donde cada día hay algo nuevo que atender o un escándalo que resolver. Es lamentable que no se tenga una agenda definida, sino que el devenir institucional este determinado por la noticia del día y todos corran a pronunciarse e incluso a legislar, de acuerdo a la tendencia del momento.

Lo único cierto es que estamos alejados de una verdadera Paz, por el contrario el país atraviesa una de sus peores crisis institucionales, producto de la polarización política en la que nos encontramos y como dice el refrán popular: “en la pelea de los burros, chupa el arriero”, en Colombia en la pelea de los políticos, chupa el pueblo.

Con el acuerdo de Paz, quedó al descubierto que la violencia no era sólo producto de un sempiterno conflicto armado, sino de la intolerancia irracional idiosincrática que tanto daño nos hace. En Colombia, si hablas te matan y si callas también. En Colombia si eres de derecha te matan o de izquierda también. En Colombia no existe el respeto a la vida, porque sencillamente nos criamos viendo morir y nos sensibilizaron frente a la muerte, así como quieren sensibilizarnos con la corrupción.

Siento que es necesaria una generación de hombres y mujeres con valores, que asuma el relevo generacional, para darle viabilidad a nuestra desquebrajada sociedad, de lo contrario estaremos frente a la anarquizada deslegitimación del Estado, en la que los inescrupulosos de siempre, sacarán provecho para enriquecerse desaforadamente y acabar con lo que queda. Definitivamente en Colombia necesitamos una verdadera Paz.

Sábado, 26 de Septiembre de 2020
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