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No hay pertenencia
Bogotá está sufriendo la enfermedad de todas las grandes ciudades...
Sábado, 25 de Mayo de 2019

La administración distrital, con el polémico alcalde Enrique Peñalosa a la cabeza, está rajándose la cabeza para encontrar la fórmula mágica que permita eliminar algo que se está volviendo peligrosa costumbre en la ciudad: el aumento del número de “colados” en el transmilenio, cuyas pérdidas alcanzan a varios miles de millones de pesos a causa de la falta de sentido de pertenencia de los capitalinos, que se consideran extranjeros en una ciudad que no es suya pero que les da de todo, desde trabajo y educación hasta salud, distracciones y oportunidades de progreso. 

Bogotá está sufriendo la enfermedad de todas las grandes ciudades: miles de personas emigran hacia ellas para conseguir  todo lo que no logran en sus sitios de origen, pero no les tienen el debido cariño que los ata al terruño que los vio nacer. Esla absoluta falta de pertenencia y es lo que explican actitudes como no pagar los pasajes en el bus, hacer trampas en las colas, destruir los mobiliarios urbanos y evadir todos las obligaciones porque consideran que no deben regalarle dinero a la metrópolis que creen, injustificadamente, que los está explotando. Al no pagar el pasaje en los inmensos buses estiman que se están sacando un clavo y no están colaborando en el enriquecimiento de la ciudad a la que le piden de todo pero no le quieren dar nada. 

Es una paradoja: los inmigrantes no quieren pagar nada pero piden de todo: hospitales, colegios, trabajo, seguridad, energía eléctrica, acueducto, en fin, todos los servicios pero no quieren pagar por ellos, ya que estiman que es una obligación del ente que los está explotando. Y lo mismo piensan de los buses rojos. No pagan el pasaje porque creen que no es obligación, sino un derecho que adquieren apenas pisan la terminal de transportes o el aeropuerto. Se sienten como Colón cuando llegó a tierra firme. 

¿Cómo acabar el rechazo a la ciudad? No es fácil: hay que darle sentido de pertenencia al inmigrante y hacerlo sentir que la ciudad le está brindando un favor que debe retribuir. No puede ser gratis ni automático. Y la vía lógica es emprender campañas cívicas en las que es experto el exalcalde Antanas Mockus con la que se lograron avances en el respeto hacia Bogotá y que absurdamente fueron suspendidas. Debe iniciarse con multas pedagógicas y luego con trabajos cívicos, como barrer calles, para hacer escuela. 

Bogotá necesita urgentemente emprender una acción que le permita acabar con la actitud del todo vale, para evitar el pago de un pasaje, cuyos principales evasores son, aunque parezca mentira, los estudiantes de universidades capitalinas, que aquí tienen la oportunidad de demostrar la educación que están impartiendo a sus alumnos.

Me llama la atención que el problema se presenta especialmente en la capital, mientras en otras, como Medellín, las gentes cumplen religiosamente con sus obligaciones. La ciudad se distinguía por su civismo hasta que se llenó de personas que no la quieren. Habrá que fomentar el cariño hacia “la ciudad del “Aguila negra”, como le decían en mis tiempos a Bogotá. GPT      

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