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No los necesitan

Una persona que dona sus órganos podrá ayudar a 55 seres humanos que están postrados en una cama. 

Voy  a hablar de la donación de órganos. Y hablo en primero persona, yo, que vivo hace 24 años con un órgano ajeno. Sé lo que es una segunda oportunidad para vivir, así que me atrevo a lanzar este S.O.S., esta señal de ayuda.

El dolor de la pérdida de un ser querido es inmensa, nadie lo discute. Pero ese ser querido jamás regresará; pero habrá otro ser humano -quizá es el vecino, o el jefe, o el amigo- que está cerca y padece una diálisis, un cáncer, una enfermedad terminal que solo la generosidad podrá derrotar.

Luego de mirar el cielo para despedirse el ser amado, bueno es mirar al lado para ver los necesitados.  La caridad empieza por casa, decía mi abuela, quien paciente y abnegada me acompañó durante cientos de sesiones de diálisis. Tenía yo 18 años. Vi morir a varios que, a diferencia de la suerte que tuve, nunca consiguieron un donante.

Una persona que dona sus órganos podrá ayudar a 55 seres humanos que están postrados en una cama. ¡Una sola persona!

Las cifras dicen que en Colombia hay casi 8 donantes por un millón de personas. Se necesita alcanzar un poco más de 50 personas, por cada millón, para que la situación de los pacientes mejore.

En nuestro país, en el 218, se realizaron un poco más de 1000 trasplantes. Es muy poco. Necesitamos más; acá la abundancia es vida.

Algunos hablan de “castigar”, y que así se aumente la tasa de donación; me niego a creer que los seres humanos necesitamos ser castigados en asuntos como este. Es imposible que seamos tan mezquinos. Basta ver la felicidad que trae una nueva oportunidad de vida: ese debería ser el mayor incentivo.

Ayudará a soportar el dolor de haber perdido un ser amado saber que permitió que muchas personas volvieran a sonreír. Los órganos no se necesitan una vez muerto.

Algunos prejuicios aún subsisten: Que los muertos necesitan su cuerpo intacto, que es pecado donar los órganos. Las religiones no han ayudado mucho, pues en algunos momentos han dicho que el cuerpo del difunto es sagrado y extraer los órganos sería una forma de profanación.

Nada más doloroso que ampararse en la superstición para no ayudar a quien lo necesita. El real pecado, la verdadera crueldad, radica en llevarse lo que no se necesita.

El octavo pecado capital es no donar los órganos.

La resurrección existe. Sucede cada vez que un médico da de alta a un paciente recién trasplantado. Sucede varias veces a la semana, pero necesitamos que ocurra todos los días.

Hay que hablar de este tema en familia, con los padres, con la pareja, con los hijos. No puede ser un tema tabú.

La caridad se debe predicar y practicar, y qué mejor forma que la donación de órganos.

Jueves, 24 de Enero de 2019
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