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Nosotros también somos Colombia

En materia de migraciones existen suficientes experiencias a nivel internacional.

El número de migrantes internacionales a nivel global ascendió en la actualidad a 272 millones, según informe de la Organización de Naciones Unidas (ONU), convirtiéndose en un verdadero flagelo de la humanidad y la tragedia personal de muchas familias.

En materia de migraciones existen suficientes experiencias a nivel internacional, pues Grecia se ha convertido en la mayor opción para los migrantes, pero existen más rutas migratorias para acceder a Europa, sobre todo a través de los países mediterráneos como Italia y principalmente España, donde encontramos el caso Melilla.

Dice un adagio popular que “nadie sabe la sed con la que bebe el otro” y en temas de migración si que se debe aplicar este dicho, pues las ciudades que se convierten en las receptoras de éstos, empiezan obviamente a vivir problemáticas que no deberían afrontar, sobretodo en materia de seguridad y salubridad pública.

Muchos de los migrantes procedentes de África que intentan llegar a España a través de Melilla, una ciudad autónoma española situada al norte de Marruecos, se encuentran con una malla de más de seis metros de altura y completamente alambrada, que impide el paso fronterizo, sin embargo eso no es óbice para que muchos se arriesguen a traspasarla y cumplir su cometido de cruzar la frontera.

La estructura está conformada por una doble cerca tipo malla de 12 kilómetros de largo con varios puestos de vigilancia a lo largo de la misma, con alambres de púas en la parte superior.  Si uno quiere formarse una idea real del drama de quienes habitan esta región podrían ver una  película de Netflix llamada “Adú”, la cual de manera desgarradora presenta la problemática a la que hacemos referencia.

La frontera entre Marruecos y España en Melilla, fácilmente puede tenerse como un laboratorio de experiencia de lo que se debe y no se debe hacer en materia de migraciones, y nosotros deberíamos poder aprender de la experiencia del mundo de muchos años y no improvisar como hasta ahora lo hemos hecho.

Una cosa es el estatus de refugiado de personas cuyo evidente caso les obliga a huir de su país para salvaguardar su vida y la de su familia, y otra es la bandola de desocupados y delincuentes que entran y salen como “Pedro por su casa”, ocultando sus delitos en la delgada línea de impunidad fronteriza.  Al igual que las persecuciones en caliente, deberíamos aplicar las devoluciones inmediatas en la zona fronteriza en estos casos.

Es inconcebible que con el problema de migración que afrontamos en esta zona fronteriza, las autoridades nacionales lo agudicen enviando los migrantes del resto del país y literalmente los tiren en Cúcuta, como quien se quita de encima una papa caliente. A Cúcuta y su área metropolitana no deben verla como zona de transición fronteriza y menos aún creer que el problema a nivel nacional se arregla mandándonos a todos los migrantes, eso es inaceptable, pues nosotros también somos Colombia.

Sábado, 4 de Julio de 2020
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