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Nuestros páramos, nuestra agua
Y es mucho lo que podemos hacer...
Jueves, 6 de Septiembre de 2018

En los últimos días la literatura infantil nos ha vuelto a confrontar con lo que estamos haciendo a través de nuestro paso por el planeta. ‘Sim y Noa’, el último libro escrito por Enrique Rojo e ilustrado por Matador, nos trae una entrañable y pedagógica historia que, además de recordarnos la importancia de la amistad y el amor por la lectura, denuncia una de las acciones más perversas que estamos presenciando y, lo peor, permitiendo: la destrucción de nuestros páramos y su fauna.

Y es que son muchas las instancias que han venido advirtiendo sobre las consecuencias de esta problemática. Desde 2013, por ejemplo, Greenpeace relataba en su informe ‘Páramos en peligro’ que por lo menos veintiuno de estos ecosistemas están amenazados; una cifra preocupante teniendo en cuenta que son treinta y seis los complejos de páramos que existen en Colombia; es decir, más de la mitad están en riesgo. Además, lo más relevante: que con cada páramo afectado, el origen de las cuencas hídricas viene disminuyendo.

Ahora bien; en el departamento tenemos dos páramos (Almorzadero y Tamá) propios y uno lo compartimos con Santander (Santurbán). De allí vienen nuestras aguas; de allí proceden nuestros principales ríos; nuestra vida depende de sus vidas. Para ampliar la perspectiva consulté a Diego Iván Capacho, doctor en Biodiversidad y Conservación de Ecosistemas quien además ha trabajado durante más de diez años en estas áreas. Muchos, variados y complejos contenidos abordamos en la entrevista, pero precisó algo esencial que cito textualmente: “En Colombia, la conservación de los páramos garantiza la supervivencia de más del 70% de la población y, a escala local, la despensa de agua futura para los dos centros urbanos más grandes de la región: Bucaramanga y Cúcuta”.

Por otra parte añadió: “Según investigaciones, los páramos de Norte de Santander constituyen un corredor biológico que comunica la Sierra Nevada de Santa Marta, la Serranía del Perijá y la Sierra de Mérida”. ¿Tenemos proporción del impacto de estas investigaciones? ¿Estamos haciendo algo para proteger el agua que a diario consumimos?

En los últimos meses, por ejemplo, hemos presenciado muchos debates sobre el fracking (o fracturación hidráulica): la técnica que permite extraer hidrocarburos que se encuentran atrapados en las piedras; sí, las mismas piedras que hacen parte de los páramos; sí, los páramos que, como se ha afirmado, son la fuente principal de nuestras aguas. De allí que el gobernador de Boyacá, quien viene luchando por los páramos de su región, la semana anterior afirmó que “decir fracking responsable es como decirle a una mujer que la van a violar responsablemente”.  

Y es mucho lo que podemos hacer... desde documentarnos sobre el tema para hacernos conscientes de sus impactos, hasta participar en acciones de activismo legal y sumarnos a las marchas que se vienen realizando como rechazo a las concesiones que se otorgan a la industria minera. Además, ya que nuestra generación poca sensibilidad tiene con la problemática, fomentar en la infancia el respeto y valor por nuestros ecosistemas. 

Vuelvo a ‘Sim y Noa’. El escritor pamplonés nos lleva a reflexionar sobre nuestros páramos, pero también en los guardianes que protegieron su existencia: los chibchas, los tunebos, los guanes. Y claro, en sus fieles amigos: los osos de anteojos y la fauna que habitaba y habita en ellos. De allí la importancia de que nuestra niñez amplíe su lectura a textos que también inculquen valores encaminados a la protección del medio ambiente. “No se aprecia el valor del agua hasta que se seca el pozo”, dice el proverbio inglés, y estamos a tiempo de hacer algo. Del agua depende todo…

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