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¿Oh, qué será, qué será?
Donald Trump ha puesto a hacer sonar otra vez a Venezuela y la Unión Europea ha apretado tuercas también.
Sábado, 24 de Octubre de 2020

Hay un ruido que ha subido de tono en los últimos días, que dice que en este mes de octubre va a pasar algo importante en Venezuela. No se sabe si es producto de las elecciones en Estados Unidos en el mes de noviembre, o si realmente hay algo preparándose. Y si es así nuestros pro socialistas criollos no parecen informados; un Iván Cepeda, por ejemplo, que tiene línea directa con los líderes farianos del Marquetalia 2, residentes en Venezuela, que esta semana salieron uniformados, no sabe nada, bien sea porque nada está pasando, o porque la cosa está bien pensada y manejada con la debida confidencialidad.

Recordemos los eventos recientes, para darnos un marco de referencia, que nos permita saber si “algo” está pasando. Estados Unidos hace un tiempo puso una fuerza armada en el caribe, de la que no hemos sabido que haya retirado. Se ha bajado el volumen del caso de Alex Saab, detenido en Cabo Verde, África, pero hasta donde hemos visto la extradición parece solo cosa de tiempo, pues todos los fallos hasta hoy han sido a favor de entregarlo a la justicia gringa.

Donald Trump ha puesto a hacer sonar otra vez a Venezuela y la Unión Europea ha apretado tuercas también. La gran esperanza del régimen venezolano de aflojar la presión sobre ellos es que gane Biden y vuelva la política procubana de Obama, que ayudó a consolidar la dictadura en Venezuela y dio luz verde al asimétrico proceso Santos-Farc. Del régimen venezolano no se sabe nada, aunque del pueblo venezolano si se sabe que está viviendo días muy duros, sin prácticamente servicios públicos y el sistema hospitalario colapsado. Venezuela es ya un estado fallid
o, pero, además, residencia de todo tipo de extremistas y de crimen transnacional. 

Una salida negociada del régimen no parece ya viable, pues Maduro agotó todas las posibilidades de una salida acordada; ya ni la Unión Europea, obsesionada de la “negociación”, lo propone. Solo quedaría entonces la salida de fuerza, sea por un golpe de estado interno, un ataque externo o una mezcla de los dos. Un golpe externo puro está prácticamente descartado, en especial porque no hay una clara justificación de seguridad nacional inminente para los Estados Unidos, y el golpe interno, si no se ha dado hasta ahora, no parece que hayan cambiado las condiciones, para que este sea el momento, aunque no es descartable pues la acumulación de presión es constante y acumulativa. Quedaría el golpe combinado, que sería algo así como un movimiento originario en la fuerza armada, la cual pediría apoyo del exterior para control del terrorismo, o una “operación comando quirúrgica” avalada desde adentro. Sea lo que sea, Colombia en general y Norte de Santander en particular seremos, como lo hemos sido, afectados de manera 
crítica, lo que obligaría a tener planes para cualquier escenario que se dé. Si no es que hacemos parte del “problema”.

O tal vez no sea nada y la situación solo se siga degradando hasta el incierto colapso.

¿Y Cúcuta que estrategia tiene para si se da el cambio de régimen en Venezuela? Ninguna. Seguimos como los vecinos esperando que las condiciones se sigan degradando. El famoso neurofisiólogo colombo-estadounidense, Rodolfo Llinás, en una entrevista sobre Bogotá, dijo que parecía un paciente sin lóbulo parietal, pues no se le veía ninguna planeación. Eso que es absolutamente cierto para Bogotá, en el caso de Cúcuta se vuelve un diagnóstico de muerte cerebral. Ya somos candidatos a un estudio clínico epidemiológico. ¿Cómo podemos seguir viviendo así sin ningún programa de desarrollo, viviendo al día?

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