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Para Policía y alcaldes

Quienes delinquen en las calles hurtando a los ciudadanos, actúan a sus anchas.

Preocupa que la percepción de inseguridad esté creciendo entre los ciudadanos, para lo cual existen motivos de plena justificación.

De acuerdo con las estadísticas, los hurtos aumentan a pesar de que se anuncian medidas nuevas para combatirlos y de que las distintas ciudades incrementan las cámaras de seguridad como mecanismos de apoyo para detectar a los delincuentes. Pero los hechos nos evidencian que esas medidas están lejos de ser suficientes, o por lo menos importantes, pues el delito está en capacidad de crecer a una dinámica mayor que a la exhibida por las autoridades para combatirlo.

Por lo tanto hay que pensar en mas y mejores soluciones, tal vez mas pensadas, mas audaces, mas agresivas, pues la realidad está demostrando que tanto a alcaldes como a la policía les está quedando grande el escenario.

Según las estadísticas del ministerio de la Defensa, en el período 2002-2010 los hurtos a personas se incrementaron en un 84,6%. En el período 2010-2017 el incremento ha sido del 185,5%.

Estas cifras son contundentes y no son mas que el reflejo de la manera como la delincuencia está ganando terreno y ha estado en capacidad de ser superior a las fuerzas que deben controlarla.

Quienes delinquen en las calles hurtando a los ciudadanos, actúan a sus anchas, y esa ausencia efectiva de la autoridad les facilita la comisión de sus fechorías, que en caso de ser sorprendidos, son colocados frente a una Justicia que no está en capacidad de actuar con eficiencia y con medidas ejemplarizantes, lo que permite que en un par de días esos mismos delincuentes regresen a las calles, tal vez con mayor perversidad y seguramente mas entrenados para el ataque.

Las cifras nos demuestran que el ciudadano está cada vez mas expuesto, que las calles revisten una peligrosidad que se incrementa con el tiempo, y que para cualquier persona de bien que aborte un sitio público le es cada vez mas difícil identificar a un transeúnte, al no estar en condiciones de saber si es una persona de bien o una dispuesta a atacarlo, a despojarlo de sus pertenencias o a causarle alguna lesión física.

El resultado lastimosamente nos señala una derrota, una frustración cada vez mayor, y una incredulidad en las fuerzas del orden al no poder exhibir otra cosa que el fracaso.  

Viernes, 16 de Febrero de 2018
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