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Paseo de la muerte
Era de suponerse que el paciente fuese llevado el centro de salud más cercano.
Sábado, 29 de Septiembre de 2018

Hace unos meses, mientras caminaba un domingo sobre el puente Benito Hernández (San Rafael), observé un grupo de personas auxiliando a un ciudadano que transitaba en bicicleta, por cuanto acababa de ser objeto de la imprudencia e irresponsabilidad de un conductor que lo atropelló. 

El herido manifestó tener fuertes dolores en su brazo y hombro, con su mirada hacia el piso para disimular el fuerte dolor que padecía. Pregunté si alguien había llamado a una ambulancia y la respuesta fue afirmativa.

Pasados unos minutos, llegaron al sitio dos ambulancias y fue la que llegó primero, quien subió a deportista al vehículo de auxilio. Solo hasta ese instante logré reconocer al ciudadano herido, quien no dudó en suministrarme números telefónicos de familiares, a quienes avisé de inmediato.

Era de suponerse que el paciente fuese llevado el centro de salud más cercano, el cual era la Clínica Norte, ubicada a tan solo dos kilómetros del puente, pero infortunadamente no fue así. 

En el recorrido fue interrogado por los paramédicos y al notar que no era una persona pudiente, decidieron llevarlo al Hospital Universitario Erasmo Meoz. Allí lo tuvieron en observación y según versión del accidentado, no lo evolucionaron y en cambio, el paciente tuvo elevación de su presión arterial hasta un nivel riesgo de infarto, debido no solo al trauma sufrido sino a la indiferencia prestada en el centro hospitalario. 

Posteriormente, decidieron trasladarlo a la Clínica Los Leones y cerca de las seis de la tarde del mismo domingo, lo devolvieron al hospital. A las tres de la tarde del día siguiente y debido a que aún no le iniciaban ningún tratamiento, su familia decidió sacarlo del sitio, asumiendo la responsabilidad de lo que pudiese suceder.

Lo relatado, es una común práctica de los conductores de ambulancias y los centros de salud. Los primeros, son selectivos en materia de accidentes y les brillan los ojos cuando confirman que media un seguro obligatorio. Cuando detectan que no hay posibilidad de lucrarse, inicia el paseo de la muerte.

Los segundos, saben perfectamente que en un accidente, la probabilidad de la existencia de un seguro, es alta y por consiguiente, la platica está asegurada, dejando en segundo plano el aspecto humano, así quieran pasar de altruistas.

Dejaré la siguiente inquietud, a los actores responsables que intervinieron de una u otra forma en la atención médica del deportista desde el instante en que fue recogido por la ambulancia: Si el paciente sufre un infarto y fallece, sin que hubiese recibido atención básica a sus dolencias, pasadas más de 36 horas del accidente, ¿quién asume la responsabilidad?

La respuesta se enredaría entre todos y lo único que queda en evidencia, es el paseo de la muerte. 

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