Cuando trabajé con la Agencia de Cooperación Internacional del Japón, mi jefe, de forma constante, insistía en esto: “pensar global, actuar global”. Lo hacía, claro está, convencido de que este postulado era el que había permitido que Japón hoy se posicionara como una de las grandes potencias mundiales. ¿Pero, cómo? ¿Cómo habían podido superar Hiroshima y Nagasaki, sus crisis económicas posteriores, su hostil geografía, su densidad poblacional, entre otros factores?. Él, mi jefe, afirmaba lo mismo una y otra vez… “pensando globalmente, actuando localmente”.
Y muchas agencias de cooperación internacional han venido usando esta idea, como también innumerables escenarios en el campo de la academia, el desarrollo empresarial, la psicología… pero debo decirlo; nadie, de las personas que he conocido, lo tenía tan clara como él. Esta semana lo recordé porque aquí, en Quebec, la gente está boicoteando una de las empresas lácteas más grandes de la región; lo hacen porque según algunas versiones, la leche estaría siendo importada de los Estados Unidos y no como se espera: de los productores locales.
Así las cosas, la empresa ha tenido que emitir un comunicado desmintiendo las versiones, pero no ha sido fácil. “Es que aquí se apoya lo local y no pueden existir dudas”, repiten una y otra vez los ciudadanos que impulsan la iniciativa. En el campo de la alimentación, de los textiles, los vinos, las maquinarias, siempre se apoya lo producido en la región. Y bueno, no en vano es otra de las potencias más fuertes del mundo. Canadá, según el Fondo Monetario Internacional, se posiciona dentro de las diez economías más grandes del planeta y, Quebec, es una de las regiones que más aporta a esta estabilidad. “Pensar global, actuar global”.
Obvio. Esto tiene que ver con muchos factores, pero uno de ellos radica en el hecho de apoyar lo local. De comprar lo de ellos, de apoyar iniciativas que surgen en cada uno de sus contextos. Pero vamos al otro plano: el pensamiento. Cuando mi jefe hacía referencia a lo que significa eso de “pensar global”, lo hacía para tener en cuenta que, cada debate y cada idea, debía ponerse en diálogo con otras realidades, otras latitudes, otros países. Así las cosas, el “apoyar lo local”, se fortalecía con la virtud de tener un pensamiento universalmente proyectado.
Pensemos… en Colombia, por ejemplo, hacemos lo contrario. Si surge un debate, no acostumbramos a contextualizarlo en el plano internacional; no tenemos la buena práctica de analizar cómo determinado fenómeno se ha deliberado en otros entornos; partimos de las mismas premisas, que son principalmente locales, sin investigar otras perspectivas que hoy, gracias a un mundo globalizado, nos posibilitan comprender más y mejor las realidades en las que vivimos.
En Colombia, si debatimos frente a la dosis mínima, nos enfrascamos en los mismos prejuicios de siempre; no solemos contrastar la información con las realidades de países que ya han legalizado completamente la marihuana, por ejemplo. Si lo hacemos frente al aborto, lo mismo; partimos de las mismas reflexiones morales que, así resulten contrarias a los derechos humanos, las asumimos como ciertas. Y la lista es muy extensa, y no solemos ubicar nunca nuestras reflexiones en contexto de los avances que han logrado otras sociedades. Pero claro, a la hora de consumir, sí preferimos lo que no producimos.
“Pensar global, actuar local”. Tal vez sea esta uno de las tantas salidas que necesitamos para avanzar en nuestros procesos culturales, sociales, económicos, políticos. Mientras nos aferremos a lo local solo para pensar y, mientras compremos solo lo que viene de afuera, estaremos condenados a ser una sociedad esclava, inconsciente, atascada. Cierro con una cita de William Ospina: “Yo diría que nuestros antepasados eran universales y que nosotros somos aldeanos. O mejor aún, que nuestros antepasados eran aldeanos que asumían una responsabilidad universal y que nosotros somos universales pero ni siquiera asumimos la responsabilidad de la aldea”.
Pensemos globalmente, pero actuemos localmente…
