La Opinión
Suscríbete
Elecciones 2023 Elecciones 2023 mobile
Columnistas
Peor el remedio que la enfermedad
A la crisis venezolana hay que meterle democracia y no acciones de fuerza que harían más ciego el nudo de sus desdichas.
Sábado, 11 de Mayo de 2019

La llamada revolución socialista siglo XXI de Venezuela no ha conseguido superar los desajustes económicos y sociales de esa nación. Los gobiernos presididos por Hugo Chávez Frías y Nicolás Maduro entre los años 1999 y 2019 no superaron las desigualdades ni fortalecieron la democracia. Se quedaron en la fragilidad del asistencialismo, que no pasa de ser paliativo para un enfermo grave. Lo cierto es que los índices de pobreza son altos y no hay proyectos orientados a la construcción de un Estado que tenga como finalidad garantizar oportunidades e infundir una dinámica de cambio en función de satisfacciones colectivas.

 
Venezuela padeció en el pasado regímenes de fuerza con predominio de la arbitrariedad y el abuso de poder. El militarismo fue intermitente como forma de Gobierno y en ese resquebrajamiento se frustraron los principios que animaron la gesta de la independencia contra el dominio colonialista de la España imperial.

En el lapso de 1952-1958 fue la considerada última dictadura en cabeza del general Marcos Pérez Jiménez. A este siguió una etapa de gobiernos de elección popular, los cuales tuvieron a su favor la creciente riqueza del país proporcionada por el petróleo. Pero tampoco se aprovechó esa bonanza para darle a la nación un rumbo de bienestar sostenible. Porque a pesar de que se preservaron algunas garantías propias de la democracia, también se abrió paso el manejo errático del poder hasta llegar a distorsiones con efectos bien negativos y que  sirvieron de caldo de cultivo al alzamiento que impulsó desde su cuartel el militar Hugo Chávez hasta llegar a  la consolidación del movimiento bolivariano que hoy gobierna.

Sin duda, el socialismo siglo XXI no ha puesto a Venezuela en un rumbo correcto. No se ha aprovechado la caudalosa riqueza petrolera para el bienestar colectivo.

Venezuela debiera ser el país modelo de América Latina, sin pobreza y con un desarrollo pujante en todos los órdenes. Se quedó en el atraso y le sobrevino la desesperación hasta el punto de generar una diáspora crucial, con características de crisis humanitaria estridente.

Venezuela es hoy un laberinto de complejas situaciones y su Gobierno no parece tener capacidad para cambiar ese rumbo. No se ve una luz que alumbre la salida correcta y haga posible el buen aprovechamiento de los recursos disponles. Hay confusión respecto al manejo del poder y una insistencia en los desatinos. Todo eso es cierto y no se puede tapar el sol con las manos.

Pero la solución tampoco parece estar del lado de la oposición que lidera el presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó. Su desorientación es evidente. No tiene sino el recurso de la inconformidad, sin contenido. Lo cual permite pensar que el remedio que se aplicaría a Venezuela podría resultar peor que la enfermedad. Todo es superficial y su repercusión no pasa de ser mediática. Lo cual beneficia al presidente Nicolás Maduro y deja a Venezuela sumida en un limbo de incertidumbres.

A la crisis venezolana hay que meterle democracia y no acciones de fuerza que harían más ciego el nudo de sus desdichas.

Puntada

La Feria Internacional del Libro de Bogotá es un evento cultural de resonante importancia. Es uno de los consolidados activos de Colombia. Y allí tiene espacio Norte Santander, con participación también relevante.

ciceronflorezm@gmail.com

Temas del Día