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Política y partidos políticos

Partidos políticos fuertes y con una persona que ejerza autoridad parece ser la única forma de evitar el caos institucional.

A finales del mes de agosto el candidato presidencial Germán Vargas Lleras anunció que buscaría el Solio de Bolívar por rúbricas, con lo que muchas personas quedaron confundidas al ver que una personalidad como Vargas Lleras, que lleva años conformando y compactando su propio partido Cambio Radical, ahora se presente por firmas, o mejor, lo que técnicamente se llama “Grupo significativo de ciudadanos”, y coloquialmente se le llama “democracia callejera”.

Lo primero que vino a la mente de propios y extraños fue el daño que le hizo a esa formación política los casos de la Guajira, con los exgobernadores “Kiko” Gómez y Oneida Pinto, y además, porque por firmas se halla alguna independencia política. Hay que esperar.

Ahora bien, cuando el señor Juan Manuel Santos fundó el Partido de la U, que nunca aclaró qué quería decir, si era “Uribe” porque quería congraciarse con el entonces primer mandatario; o “Unidad”, por el fin patriótico de llevar la “nave del Estado” a buen puerto, como decían los centenaristas, recogió valiosas unidades de todos los partidos políticos para hacer, al final, una gran alianza. Y funcionó milimétricamente, hasta ahora, cuando el presidente Santos Calderón está de salida y la criatura -Partido de la “U”- parece tener el mismo destino de Ricaurte en San Mateo.

En el Polo Democrático Alternativo desde hace varios meses, cuando empezó a hablarse de renuncias para no inhabilitarse, los colombianos, afectos y desafectos a esa formación política, descubrimos que todos sus integrantes eran caciques, querían buscar la presidencia de la República simultáneamente, todos creían que el resto de caciques de ese partido estaba obligado a apoyarlo en sus “legítimas” aspiraciones, hablaron de renuncias y “arrechos” se fueron a hacer campaña solos: el ibaguereño Jorge Enrique Robledo Castillo, el orense Gustavo Francisco Petro Urrego y la bogotana Clara Eugenia López Obregón.    

Así las cosas, parece que en lo único que coinciden los partidos, partiditos, movimientos y movimienticos políticos que hoy son, es en el afán electoral, como es lógico. Pero en cuanto a organización y estructura de los partidos políticos parece que el único que no tiene afanes de ese calibre es el expresidente Álvaro Uribe Vélez, por la sencilla razón que él ejerce autoridad, que no autoritarismo, en el Centro Democrático -CD-, partido político que parece engrosará sus huestes  con la llegada de la Nueva Fuerza Democrática, ya que su portaestandarte Andrés Pastrana Arango solicitó al Consejo Nacional Electoral que le devuelva su personería jurídica. 

Quién lo creyera, partidos políticos fuertes y con una persona que ejerza autoridad -por su calibre intelectual y trayectoria política- parece ser la única forma de evitar el caos institucional, la desaparición de los partidos políticos tradicionales y la degradación política.

Cuando la Asamblea Constituyente de 1991 consagró en el Preámbulo de la Carta que buscaría el bienestar de la sociedad dentro de un marco “democrático y participativo”, con lo cual dio vida a los partiditos y movimienticos políticos, jamás se imaginaron los constituyentes que el “orden político, económico y social justo” que soñaron hoy es sinónimo de caos y desesperanza.

Martes, 19 de Septiembre de 2017
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