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Pon tus ojos en la pelota: gramática y pragmática

Cuando hablamos de gramática, entendemos rápidamente que estamos hablando de esa parte de la lingüística que se ocupa del estudio de las reglas que rigen y regulan el uso de una lengua.

Desde 2017 un vídeo se ha hecho viral en el canal Youtube y en las redes sociales: un padre que intenta enseñarle a su pequeño hijo a batear una bola de béisbol, le pide que “ponga sus ojos sobre la pelota” antes del golpe. El padre, esperando que el niño fije su mirada (concentrado y atento sobre dicha pelota), encuentra que el menor lo que hace es tomarla con las manos y pegarla a sus ojos. Es decir; el toma literal el mensaje de “poner sus ojos sobre la pelota”.

Son tantas las personas que observan y se enternecen con el vídeo que, en la sección The viral videos show del canal estadounidense Right This Minute, lo retransmiten y hacen un breve análisis del vídeo. Los presentadores se conmueven frente a la “ingenuidad del menor” (como lo haríamos muchos de nosotros al verlo) y comentan el fenómeno como un acto jocoso y de cierta inexperiencia por parte del niño. Sin embargo, en el fondo lo que así sucede merece una reflexión profunda frente a los debates que existen entre la gramática y la pragmática.

Cuando hablamos de gramática, entendemos rápidamente que estamos hablando de esa parte de la lingüística que se ocupa del estudio de las reglas que rigen y regulan el uso de una lengua. Sin embargo, cuando hablamos de pragmática, solemos confundirla con el pragmatismo. Me explico: la pragmática es una disciplina que estudia el lenguaje con relación al contexto en el cual se desarrolla una idea. El pragmatismo, como doctrina filosófica, hace referencia a la utilidad práctica de los hechos. De allí que en muchas ocasiones solemos escuchar y verbalizar aquello de “hay que ser pragmáticos”, para referirnos a lo verdadero o a lo útil.

En este orden, cuando el padre le dice al niño que ponga sus ojos sobre la pelota, podemos reconocer dos clases de significado: el vinculado a la gramática y el que depende de las inferencias que el padre lleva a cabo en esta acción comunicativa. Así, y como lo he venido aprendiendo en los cursos de Anahí Alba de la Fuente, en la Universidad de Montreal, la pragmática posibilita establecer la distancia entre lo que se dice literalmente y lo que se quiere decir realmente; adecúa las secuencias gramaticales al contexto de la situación y asigna de forma correcta los referentes del lenguaje. El límite de la comunicación no está en la frase, sino en el contexto del enunciado. 

Pues bien; a ese niño, desde su perspectiva como oyente, sus operaciones interpretativas lo llevaron a poner la pelota en sus ojos. ¿A qué nos lleva todo esto?. Aparte de las reflexiones académicas que se suscitan al respecto o al rigor que deba existir en los procesos de aprendizaje de nuestra lengua, si somos más conscientes de la pragmática, del contexto que damos (o no damos) en las comunicaciones que establecemos, estos actos comunicativos serán más asertivos, menos proclives a lo que llamamos “malos entendidos” o situaciones conflictivas. 

Es muy posible que cuando le digamos a un menor “¡ojalá llegues tarde y verás que no volverás a salir!” (en lugar de pedirle directamente que “no se tarde”), el niño, en su operación interpretativa, confunda los mensajes y responda de la manera menos esperada. Comprender que los procesos de gramática y pragmática pueden llevarnos a estas complejidades relacionales, puede evitarnos conflictos. Si la intención del hablante es clara, existen menos riesgos de interpretaciones.

Jueves, 4 de Abril de 2019
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