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Populismo empresarial

Está claro que el populismo se sitúa principalmente en el marco de los discursos políticos.

Hace unos años, en un curso de maestría, el profesor Maximiliano Martin Vicente afirmó que “la única empresa socialmente responsable, es la que cierra”. Cuando escuché esta frase, confieso, me pareció una postura radical; claro, yo venía de creer en los beneficios que proclama la Responsabilidad Social Empresarial (RSE): equilibrio social, ambiental y económico, acompañado por una política de condiciones laborales justas. Pero bueno, el tiempo pasa…

La RSE ha sido cuestionada en múltiples investigaciones. El profesor de la Universidad de Alicante, Antonio Aledo, una de las personas que más ha indagado sobre el tema, agrupa sus críticas en tres campos. El primero, el referido a que la RSE es “una mera acción cosmética”; esto es, el lavado de imagen de empresas que, a través de sus publicidades que buscan exaltar el cuidado del planeta y los derechos laborales, tratan de esconder graves acusaciones por perjudicar el medio ambiente —como es el caso de petroleras— y vulnerar los derechos humanos de trabajadores —principalmente grandes industrias textiles —.

El segundo, se enmarca en una crítica a la escasa eficiencia que existe frente a la supuesta cooperación al desarrollo, pues los impactos que tanto divulgan no alcanzan a favorecer a las comunidades que dicen beneficiar. Finalmente, el tercero se orienta a precisar que los Estados han perdido su papel regulador, lo que ocasiona una competitividad entre empresas privadas que, para aumentar sus beneficios y poder mantenerse en la pugna que impone el mercado, acuden a empeorar los derechos laborales de sus trabajadores. Así, ni el Pacto Mundial (Global Compact), la mayor iniciativa que existe para impulsar la responsabilidad social de las empresas a nivel mundial, ha logrado contrarrestar estos efectos. 

Como si fuera poco, vemos una tendencia que se fortalece aceleradamente en empresas locales, nacionales e internacionales: el populismo empresarial. Imposible por la extensión de esta columna realizar una genealogía del populismo, pero gracias a la historiadora Loris Zanatta encontramos los elementos esenciales en las características del mismo: viene llamar lo comunitario, no lo individual; moviliza un discurso de un orden social justo; promete lo que la gente no tiene; vende el ideal de la inclusión; y, el principal, lanza el mensaje en tiempos de crisis.

Está claro que el populismo se sitúa principalmente en el marco de los discursos políticos, pero más allá de estos, el populismo es estrategia. De allí el título de esta columna, porque esta estrategia más que nunca está siendo utilizada por empresas y marcas que disfrazan sus fines económicos con ideales de justicia social, con la supuesta caridad que dicen movilizar con sus negocios, con mensajes de paz, amor, unión, familia. Escuchen y lean con atención las estrategias de mercadeo de los productos que consumen a diario, y lo notarán. 

“La única empresa socialmente responsable, es la que cierra”. Está bien que las empresas se lucren; esto genera empleo, favorece la economía, fortalece la competitividad, es incluso un derecho. Sin embargo, que no nos vengan a decir que lo hacen por nosotros, por nuestras familias, por nuestra esperanza, por nuestros sueños y, lo peor, por los más necesitados.

Jueves, 11 de Enero de 2018
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