La Opinión
Suscríbete
Elecciones 2023 Elecciones 2023 mobile
Columnistas
¿Por qué no te largas?
Hoy, yo, que no soy rey, sino cucuteño raso, me veo en la obligación de aconsejarte.
Lunes, 18 de Febrero de 2019

Mi no muy bien recordado amigo y paisano Maduro:   

¿Recuerdas cuando el rey de España tuvo que gritarle a tu antecesor que se callara? Estaban en una reunión de jefes de estado, pero tu mentor no paraba de hablar y de hablar, hasta el cansancio. El rey, indignado, tuvo que decirle: “¿Por qué no te callas?”.

Hoy, yo, que no soy rey, sino cucuteño raso, me veo en la obligación de aconsejarte: “Amigo, ¿por qué no te largas de una vez por todas, de Miraflores?”. En varias oportunidades te dije que aquí te podíamos recibir, que tus amigos de infancia de Carora, el barrio donde naciste y te criaste, aquellos con lo que jugaste al trompo, al runcho y al fútbol con bolas de trapo, te podían dar una manito. 

Ellos te ayudarían a conseguir un camión de trasteos, para que volvieras a trabajar en algo útil, siendo como  es ese tu verdadero oficio, y para el que estabas preparado, pero te metiste de gobernante, de lo cual no tienes ni pizca de idea.

Te dije que si no te podías traer esa montonera de dólares que dicen que tienes, no importaba, pues aquí no te iba a faltar nada. Tus amigos eran capaces de hacer una vaca y pagarte el arriendo de una piecita y darte lo de la yuca mientras empezabas a ganar con el camioncito y hasta te ayudaban a cambiar de facha para que no te reconocieran y de pronto te formaran guachafita.

Todo eso te propuse, pero en vano. Te hiciste el machete. Preferiste hacerle caso a ese tal Diosdado, que me cae más mal que una patada en las…espinillas. Me ignoraste y eso te va a costar caro, porque he escuchado por ahí que los gringos te van a sacar de las mechas y del bigote.

Dios no lo quiera, porque eso de jalar los pelos del bigote debe ser muy doloroso. Y es por eso por lo que te digo que lo mejor es que te largues bien lejos y te escondas en algún hueco donde nadie sepa de tu paradero. Si no sabes conjugar el verbo renunciar, yo te lo recuerdo. La maestra de la escuela de Carora te lo debió enseñar: Presente de indicativo: Yo renuncio, tú renuncias, él renuncia… Pero con esa memoria de gallina que tú tienes, olvidas todo lo bueno y te regodeas con lo malo que te aconsejan tus amigotes del poder.

Quiero decirte algo, y ponme atención porque la vaina está peluda. Aquí en Cúcuta ya no te queremos, ni siquiera yo, que tanto te defendí. De manera que mi invitación de que regresaras a tu patria chica, queda cancelada. Aquí ya no eres bienvenido. Es más: Voy a pedirle a la Registraduría que anule tu cédula de colombiano, la que llevas muy bien escondida para que allá no te la descubran.

Y no te queremos, no porque seas un hijo malagradecido, que vives hablando babosadas contra tu verdadera patria, Colombia. Eso no nos importa, viniendo de quien viene. Lo que nos duele es que tengas aguantando hambre a millones de venezolanos y dejes morir a tanto niño, por tu maldito orgullo de no permitir la entrada de alimentos y medicinas. “No necesitamos limosnas de nadie”, gritas, y Diosdado y tus generalotes te aplauden, mientras en la calle hay dolor, hambre y miseria.

Eso no tiene perdón de Dios ni de los que éramos tus amigos. Mucho menos de tus enemigos. Sin embargo, me queda algún resquicio de generosidad contigo para aconsejarte que te largues, que renuncies, que es mejor caer que quedar colgando. No esperes que te llegue el final. Los politólogos y los relojeros andan diciendo que se te acabó tu cuarto de hora. Si eso es así, no esperes la campanada del reloj ni el mazazo por la cabeza. Anda a disfrutar de los petrodólares que tienes en el extranjero. Pero vete ya, antes de que te coja la noche y te zampen de cabeza al lugar donde todo es llanto y rechinar de dientes, como dice la Biblia. Hazme caso, Nico.

Temas del Día