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“Porque puedo…debo”

Es como un amor trovero y solitario que trina en el corazón...

El talento es como una faz espiritual proyectada en dones, apta para cultivar un ideal y plantar una huella: sólo basta identificar el abono, ir integrando espacio, tiempo y lugar, definir la medianía para saber acceder, por escalas de infinito, hacia un escenario de ideales mayores. 

Es como un amor trovero y solitario que trina en el corazón, con el aleteo de los pájaros, con el derecho a moverse por el cosmos, y que crece con la pasión de pensar que la felicidad está dentro de uno mismo.

Y la genialidad es como una semilla sembrada en la fertilidad del alma; todos la poseemos, innata, abundante o escasa, no interesa, la que uno se reconozca y se otorgue a sí mismo.

Por eso tengo la convicción de que los comunes y corrientes, menos talentosos, también podemos construir un mundo maravilloso, tan sublime como la magia de la propia intimidad y tan colorido como la matriz del arco iris.

Siempre he creído en el esfuerzo y la dedicación, en el parpadeo mágico que ocurre en pocos instantes, el cual nos abre el horizonte a una muestra exquisita de la fecundidad de las ideas.

Es que uno presiente el destino y sabe que su deber es asumir sus designios, sin evadirlo, sin sufrir demasiado por la exigencia de los afanes, sin desorientarse por el primer episodio de fracaso.

Es más agradable pensar en las obras buenas, las que cumplieron con los términos de bondad, inherentes a dignificar la existencia, las que van aportando voces de ilusión a la jerarquía de los sentimientos, las que encienden la llama de la esperanza y dan luces a la razón.

Lunes, 15 de Octubre de 2018
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