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Recordar es vivir
La ausencia de las instituciones jurídicas activas, produce su remplazo fáctico inmediato, casi que de manera automática.
Jueves, 18 de Enero de 2018

El otro día, antes que me sacaran a sombrerazos de la Universidad Libre, un inquieto e inteligente estudiante de Ciencia Política, que ahora es concejal,  me armó un tierrero para que concretara el significado de la palabra   “desinstitucionalización”  que martillaba mucho en clase. Una palabreja misteriosa y  curiosa, difícil de escribir y pronunciar. Curiosa porque no pertenece al argot técnico, ya que no describe algún proceso jurídico o económico o político y, sin embargo, los contiene a todos y los que uno se quiera imaginar y significa mucho.

Yo se la oí, por primera vez, al doctor López Michelssen, expresidente y profesor de Derecho Constitucional en un foro de la Javeriana, en el 81, cuando agonizaba el Estatuto de Seguridad y él intentaba describir la decadencia de las instituciones, que resultó una profecía, pues como que ya nada queda en pie en esta Colombia de Dios.

Sí, y es que la ausencia de las instituciones jurídicas activas, produce su remplazo fáctico inmediato, casi que de manera automática, como  ahora con la  increíble aparición del Fast Track, con el cual,  la guardiana de la Constitución Política de Colombia, le dio luz verde al Congreso para que apruebe leyes y reformas constitucionales con el pretexto de la paz, en medio tiempo.   

Y la Constitución se volvió poco a poco una gelatina, se pasaron por la faja sus artículos relativos a su reforma  que van del 374 al 380 y frescos como una lechuga. Desinstitucionalizar, es como crear el vacío en un laboratorio de física, y en política no se puede dar el vacío perfecto, dijo una vez Juan Diego Jaramillo, el líder conservador desaparecido prematuramente.  De ahí que en ausencia de la justicia surja el “cartel de la Toga”, que es una forma de la “parajusticia”. En ausencia del Gobierno, alguien asume sus funciones ejecutivas y surge un “parapresidente”, que desconoce la reforma tributaria y hay que regañarlo, entonces se desinstitucionaliza la rama ejecutiva. 

Otro día los jueces de la República y el ejecutivo borran la tridivisión y separación de los poderes y pretenden desconocer la autonomía del poder Legislativo y su reglamento y dan por aprobada una ley que la corporación negó. Entonces la desaparición del Legislativo es suplida por la dictadura de los jueces y la aquiescencia del príncipe, y eso es desinstitucionalización. Y desde hace veinticinco años, a las Cortes Constitucionales les dio por legislar o por imponer términos perentorios para legislar conforme a su dictado, contrariando los artículos 239 a 245. Injerencias en las otras ramas del poder que indudablemente desinstitucionalizan.

Todo se está saliendo por la borda, hasta los credos religiosos, que no debieran serlo en un Estado laico. Y en ausencia de la religión como dijera Jaramillo, brotan las supersticiones y los fetichismos, los carismáticos, los fanatismos que cubiertos de barniz político, muerden el presupuesto y destruyen la libertad de cultos, que ahora es el mejor negocio. 

Y cuando el Estado desaparece, alguien tiene que asumir sus funciones y entonces, todos nos volvemos “paras”. Los medios de comunicación asumen el conocimiento de casos y en horas o minutos condenan, por la radio o en impresos, imponen penas o absuelven. Sí, todo se desinstitucionaliza. Creo que he concretado en parte el significado de la palabreja, misteriosa, curiosa y difícil de pronunciar. Como me lo exigía mi alumno, ahora  buen concejal.

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