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¿Retroceso ambientalista?

Ni siquiera los politiqueros han pensado en usar como estrategias electorales el delicado tema sobre el futuro del agua para la ciudad.

La dramática disminución de la laguna “Pan de azúcar”, en el páramo de Jurisdicciones, Ábrego, es  presagio de la escasez de agua que se avecina de manera vertiginosa en esta ciudad, dentro de la más cínica indiferencia de los ocañeros.

A finales del siglo pasado, la preocupación por el futuro de la más grande despensa acuífera ubicada en la vereda La María, se evidenció con la conformación de una cooperativa forestal, liderada por el entonces obispo de la Diócesis de Ocaña, monseñor Ignacio Gómez Aristizábal y apoyada por un gran número de líderes cívicos.

La constitución del Observatorio Ambiental del Catatumbo fue otra manifestación ecológica tendiente a asegurar el agua para las próximas generaciones, pero de forma paradójica, en la medida en que avanza la destrucción de bosques y humedales, y el aumento del calentamiento global, dichas organizaciones desaparecieron o perdieron la fuerza inicial.

Como hecho curioso, ni siquiera los politiqueros han pensado en usar como estrategias electorales el delicado tema sobre el futuro del agua para la ciudad, de manera que nunca se han visto ni escuchado propuestas al respecto.

De los tres acueductos que funcionan, el  independiente de la zona norte, el que es alimentado por el río Tejo, al occidente, y que está ubicado cerca del  Batallón Santander, surtido por el río Algodonal, este último el más importante, porque representa más del 60% del agua que consumen  los ocañeros, nace precisamente en el páramo de Jurisdicciones, del que también dependen no solo los abreguenses, sino los habitantes de los municipios cesarenses de San Alberto y San Martín, de Rionegro y El Playón, Santander, y de este departamento también, Cáchira y La Esperanza.  

Desde que en 2012 se programó una cruzada en favor de  la ‘fábrica’ natural de agua, que incluyó la visita a la hermosa cadena montañosa localizada en el sureste de Ábrego, y que fue propiciada  por un canal comunitario de televisión local, Corponor y la UFPSO, no se volvió a mencionar el  tema hasta ahora que se hace una exhortación a través de un video para defender el páramo no de la deforestación sino de la minería, cuando hay expectativas en los santanderes por la próxima  delimitación del páramo de Santurbán, al que pertenece Jurisdicciones.

Recuerdo la insistencia del profesor Alejandro Porras y el comerciante Gustavo Gutiérrez en diferentes medios de comunicación de la ciudad para impartir educación ambiental y convocar a la  protección de las fuentes hídricas. A ellos no se les volvió a ver ni escuchar, no obstante que antes  eran ridiculizados, rechazados o considerados como mensajeros de desastres.

La indiferencia y apatía de los ocañeros y  abreguenses, especialmente, es insólita y repudiable, porque la disminución del caudal del río Algodonal (alto Catatumbo) es hasta ahora inocultable e  inevitable. De los candidatos a las alcaldías o los concejos, o de quienes han salido victoriosos,  nunca han mostrado interés por la protección de los nacederos de los ríos o quebradas que conducen el agua hasta las plantas de tratamiento.

La negligencia o desinterés por el futuro del agua se confirman siempre que se anuncian  manifestaciones para rechazar la minería en Santurbán, pues tanto en la ciudad como en Ábrego   nadie quiere ser consciente del grave riesgo que se avecina en Jurisdicciones con la tala de  bosques, el crecimiento de hatos  ganaderos y la extensión de cultivos industriales, y lo peor vendrá cuando se escuchen los ensordecedores motores de las máquinas destruyendo tierras y la vegetación.

No hay duda, en cambio de prepararnos para afrontar los cambios climáticos y para evitar el  secamiento de las  fuentes que nutren a los acueductos, entramos en la inexplicable fase  del retroceso ambientalista. 

Martes, 11 de Junio de 2019
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