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Rostros fugaces: Bateman (5)
La toma se había producido el 27 de febrero. Evacuaron dos meses después sin pagar arriendo, comida, ni los vidrios rotos.
Sábado, 14 de Marzo de 2020

Que no se enteren mis nietos de que hace cuarenta años a su abuelo se le fue la mano en rumba y cuando despertó, en la patria boba del guayabo se enteró de que el comando del M-19 que había secuestrado 17 diplomáticos en la embajada de la República Dominicana tomaba daikirí en La Habana.

La toma se había producido el 27 de febrero. Evacuaron dos meses después sin pagar arriendo, comida, ni los vidrios rotos. Nos turnábamos en Villa Chiva para evitar que la despedida nos cogiera desprevenidos.

Por mi pecado contra la buena reportería el jefe de redacción de Súper, Juan Darío Lara, me pasó este memo en sarcasmo: “Los del Eme se fueron sin despedirse, te dejaron saludos”.

Ahora, como el que peca y reza empata, mis nietos deben saber que al mismo abuelo el azar le deparó hacerle la última entrevista al fundador del M-19, Jaime Bateman, en un apartamento del Rodadero, en Santa Marta.

En ese momento colgaba de su prontuario el letrero que de niño había visto en las películas del oeste: Se busca. Esconder a un gigantón como él era tan imposible como no ver un elefante en la sopa.

La entrevista con Bateman, otro rostro fugaz que se me atravesó en la vida, se la hice tres años después del asalto a la embajada, considerado la cuota inicial de la paz que se firmaría luego entre el Eme y el gobierno Barco. 

Una diminuta guerrillera se encargó de llevarme  hasta el apartamento donde un hombre “a una nariz pegado”, de cara, bigote, mirada, sonrisa y estatura de Bateman nos abrió la puerta. 

Era Bateman quien quería desmentir que unas armas incautadas en Brasil eran un regalo del coronel Gadafi, de Libia, para su logia.

Dos días después de la charla, el hijo de misiá Clementina se mató en una avioneta en la que volaba a Panamá para retomar el diálogo por la paz con el gobierno de Belisario Betancur a quien le había migado sin miseria en la charla que tuvimos.

Ese mediodía, Bateman invitó a un delicioso sancocho de sábalo que compró quien sabe con cargo a qué secuestro.

El samario se guardó la chiva de que estaba ad portas de  iniciar en Panamá un proceso de paz, con el visto bueno de García Márquez.

Después de Bateman, siguieron hablando de paz Iván Marino Ospina, Alvaro Fayad y Carlos Pizarro quien firmó la reconciliación.

Mi entrevista con el fundador del Eme terminó en un curioso operativo en el que él y un colega suyo dedicaron sus revolucionarias destrezas a camuflar  el casete con la grabación  de la entrevista para evitar que cayera en manos del “enemigo”. Al final, lograron meter el casete en el empaque original de celofán. Y colorín colorado, el inspirador del M-19 y su sancocho de sábalo, quedan chuleados.

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