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Se acabó el papel

El papel, para concluir, es el arma en la que escribo esta columna. Ya compré el computador y me tocará aprender sistemas, como los niños de ahora, para poder enviar mis opiniones.

El papel, que antes se usaba para escribir desde cartas de amor hasta novelas, enciclopedias, poemas y anónimos, puede correr la misma suerte de los elefantes: está en peligro de desaparecer a manos del enemigo que le surgió, gracias  la modernidad, el computador.

El papel, que sirvió para guardar la memoria de las civilizaciones, fue, al igual que la brújula y la pólvora un invento de los chinos, que son precisamente quienes están trabajando febrilmente para hacerlo desaparecer. Están dedicados a sustituirlo por los mensajes de las plataformas virtuales como puede comprobarlo cualquiera que tenga cuenta bancaria o la curiosidad de averiguar algo con destino a una tarea escolar o un trabajo de universidad o del empleo.

Asustado ante la posibilidad de que mi pequeña biblioteca esté a punto de correr la misma suerte de la catedral de Notre Dame, analicé lo que está ocurriendo en distintos campos de la actividad. Y me puse a temblar. Todo indica que el papel tiene los días contados, según concluí luego de recordar que los bancos y empresas no ofrecen sus servicios a través de correos, sino de mensajes de texto. Los cobros no los transportan los chepitos, sino que los envían por internet. Las esquelas de los enamorados, que enviaba a mi mujer en unas hojas rosadas, ahora llegan a su destino gracias a los computadores. Pero hay cosas peores: hasta los cobros de los impuestos y los mensajes amenazantes de los dóberman de la Dian usan los aparatos que muchos cuidan más que la virginidad y por los que varios inocentes han encontrado la muerte: los celulares.

Para reafirmar mi temor recordé que mi nieta cuando necesita un dato, como la composición del agua, recurre, no a la enciclopedia, como en mis tiempos de estudiante: se lo pregunta a Google. En el peor de los casos recurre a otros portales, de aquellos que saben más que algunos de mis colegas, como Youtube.

Para peor oí que los chinos (otra vez los chinos, que serán los dueños del mundo muy pronto) están implantando unos microchips, que reemplazarán lacédula, el pasaporte, el pase de chofer y las tarjetas de crédito. El que no la tenga morirá de hambre y no podrá llevar la novia a cine o a comer. Tampoco podrá formular reclamos, conseguir amigos o cuadrar una cita para tomar trago. Ah. Y las invitaciones a los cocteles serán enviadas por internet, fórmula que hará desaparecer a personajes como “el amarillo”, un lagarto que se metía en todos los cocteles gracias a que se apoderaba de las invitaciones. Conocí también a dos amigos que para tomar whisky leían las páginas sociales, que desaparecerán, alquilaban trajes de ceremonia y se colaban en los más aristocráticos ágapes.

El papel, para concluir, es el arma en la que escribo esta columna. Ya compré el computador y me tocará aprender sistemas, como los niños de ahora, para poder enviar mis opiniones. Adiós, papel. GPT

Viernes, 30 de Agosto de 2019
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