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También vale volver a empezar

Recuerda que en la vida a veces se gana y a veces se aprende. Pero si quieres, puedes armar el refrán como quieras.

Piensa que la vida es un juego y analiza si en este momento de tu vida lo vas ganando o lo vas perdiendo. Revisa si debes replantear la estrategia, o mejor aún, si puedes volver a empezar.

Te invito a que analices cómo está tu tablero en este momento. Cuáles son las fichas con las que cuentas y ver en ellas las oportunidades; porque un nuevo comienzo siempre será una oportunidad para apostarle a tus metas, a tus propósitos, a tus ideales, a tu renacer.

Si tu vida está lenta o en un estado tibio donde no pasa nada interesante, o tus proyectos están bloqueados, es hora de pensar en resetear. Como el computador cuando no anda ni para un lado ni para el otro; que hay oprimir las teclas Ctrl+Alt+Del. 

A la vida hay que moverla también. Sacarla del atasco, quitarle el palo a la rueda o retirar la piedra del arroyo para que fluya el agua. 

¿Si tienes una mugre en el ojo que haces? ¿Lo retiras verdad? Con agua o con viento y de paso te refrescas la cara para de nuevo darle frente al horizonte.

¿Si tienes una piedrita en el zapato, que haces? Sigues andando con la molestia o te detienes, y te sientas con calma en la grama para retirarla, y de paso aprovechas y te estiras hacia atrás a contemplar las nubes siquiera por un minuto?

¿Vas entendiendo lo fácil que es la vida si uno advierte que a veces necesita cambios, pausas o simplemente darse la licencia de volver a empezar?

Hablo de la vida real; la cotidiana que nos envuelve en asuntos que creemos son importantes y en creencias sociales y profesionales que obedecen más bien a paradigmas ajenos que a nuestros propios principios.

Muchos antes de aceptar una debilidad en su vida como declararse vulnerable al licor o adicto a las drogas, al juego, a la pornografía o tomar la vía de la trampa en los negocios, prefieran avanzar de frente a ese huracán furioso que le revolcará por los aires y lo aventará por encima de los árboles para que caiga como una bolsa de desperdicios en cualquier potrero.

Muchos viven infelices atrapados en el sufrimiento por un apego al que insisten en llamarle amor.

Otros prefieren vivir en el dolor por una perdida, a cambio de aprender los privilegios de la liberación cuando decidimos soltar a esa persona que ya se fue al cielo o a otro lugar, quizás con otra persona.

Hay quienes optan por quejarse y nuca parar de hacerlo, reviviendo cada día la nostalgia de lo que fue, lo que hubo o lo que se tuvo en otra época.

La vida real, es aquella que nos permite mostrarnos reales, sensibles, imperfectos; a veces ganadores y a veces perdedores.

Recuerda que en la vida a veces se gana y a veces se aprende. Pero si quieres, puedes armar el refrán como quieras; con esa palabra que muy seguramente tu inconsciente te dictó.

Hay cosas de la vida real que tienes la opción de cambiar y otras que no.

Por ejemplo; una verruga en la nariz que te hace sentir que siempre tienes un mosco mirándote a los ojos. Puedes decidir retirarla con un dermatólogo o convivir con ella. Es tu opción.

Pero con tus 1:50 mts de estatura no puedes hacer nada. Solo convivir con esa estatura y ser feliz con la grandeza de tu ser, con la inmensidad de tu corazón y con la imponente actitud con la que decides actuar.

Los cambios son importantes y necesarios en la medida que tu sientas que necesitas un remezón de pensamientos, creencias, nostalgias e inseguridades.

Estas líneas son una invitación a plantear una pausa y elevar los ojos al cielo en acto de fe, de entrega, de confianza y esperanza.

Cuando usamos la llave maestra del amor para pedir sabiduría y lo hacemos con fe, podemos estar tranquilos de que ese deseo se otorgará.

La gran diferencia en los tiempos de entrega de nuestras peticiones es que, ante lo material, el universo prefiere lo intangible, como la sabiduría, el discernimiento o la paz interior.

Pedir sabiduría para elegir un buen socio o invertir en un negocio es más rentable que pedir un anticipo representado en monedas.

Un acto de fe es decidirse a saltar a nadar en un infinito océano de amor. Soltarse sin dudas ni temores y mucho menos esos miedos y traumas del pasado que te jalarán hacia la profundidad; y tú quieres flotar en la confianza. 

Si tienes fe, estás garantizando el aire en los flotadores.

La fortaleza que da tener fe, la da la conexión personal con esa fuente divina de inspiración. 

Luego de un espacio de oración, meditación y contemplación, sentirás la recarga de energía, luz y fuerza que pediste con fe para iniciar los cambios, derribar obstáculos, sanar heridas, sobreponerse a las adversidades o curar estados de salud.

Pedir con fe es un ejercicio íntimo y discreto donde desarrollas tu ritual de salto al vacío. 

Como el águila que luego de 30 años se encierra en su nido para desplumarse, tumba su pico contra la roca y se anida durante meses a simplemente existir, mientras se restablecen su plumaje y su herramienta para alzar un nuevo vuelo y alcanzar otros cielos, quizás más elevados.

Luego del tiempo necesario para este proceso, la imponente ave se alista para saltar y estrenar su nuevo estado. Salta con seguridad, ni siquiera contempla el miedo porque no sabe que este existe. Solo existe la confianza en su naturaleza guiada por la intuición animal.

En nuestro caso, por asuntos de competencia entre la mente y la razón, esas herramientas las convertimos en fe, porque nuestra elevación no nos alcanza aún para comprender que Dios está adentro. 

Vuelve a tu nido. Escucha la voz de tu corazón, sacude tu plumaje y extiende tus alas para volar tan alto que tus problemas se vean tan pequeños.

Perdona tus errores, perdona a los demás y vuelve a empezar.

Hakuna Matata.

Viernes, 12 de Enero de 2018
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