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Teorema de los sueños

A los sueños no los limita el intelecto, dilatan sus fronteras, integran el horizonte al mar, iluminan con una luz de arco iris la dimensión espiritual.

En los sueños se ama, se llora, se goza o se sufre, se abren los espacios y los tiempos y se llega a un atrayente verbo que no posee nombre, pero da significado a las gestas de caballería de nuestras ilusiones.

Se conjugan en ellos la sonrisa que nos han negado, la mirada serena, el beso en una versión de labios latentes, los muertos que reviven, los rostros sin máscara o con ella, los lugares anhelados, el misterio del amor, la verdadera ruta de los pájaros migratorios, en fin, la opción de estar errante en una ciudad desconocida que se llama libertad. 

Son recursos sublimes que fortalecen la sabiduría y hacen imaginar sucesos, a veces imposibles: regiones desde donde se atisba la lógica y aparecen los relámpagos creativos de la fantasía.

Provienen de un mundo en el que se deslizan instantes distintos, universales, mágicos quizá, para anunciar al ser humano una pretensión, casi divina, de acceder a su propia verdad y superar, además, su pobreza mortal.

En ellos se enlazan palabras viejas con nuevas, imágenes a veces ilógicas, que se esconden en el subconsciente esperando una oportunidad de mostrar algo, o a alguien, como para pensar, como para mirar paisajes que pasan por la rendija chiquita que da el tiempo a los misterios de la vida.

A los sueños no los limita el intelecto, dilatan sus fronteras, integran el horizonte al mar, iluminan con una luz de arco iris la dimensión espiritual, engrandecen a los seres humanos, los hace ascender hacia su plenitud y, a la vez, descender a las profundidades de una laguna azul donde navegan las sirenas. 

Domingo, 3 de Febrero de 2019
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