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Tienen razón, pero…
Los estudiantes han mostrado pésima cara: la de vándalos, que en lugar de construir se dedican a destruir.
Viernes, 7 de Diciembre de 2018

Los estudiantes de las universidades públicas se han pronunciado, en varias oportunidades, durante los últimos meses, en procura de una enseñanza gratis y de calidad, como la merecemos todos los colombianos, no sólo los de recursos económicos, pero los muchachos de ambos sexos han incurrido en grave error: han utilizado instrumentos que les han atraído la antipatía de sus, compatriotas, algunos de los cuales han sido convertidos en peatones o en desempleados, gracias a las manifestaciones, las pedreas y los bloqueos.

Los estudiantes han mostrado pésima cara: la de vándalos, que en lugar de construir se dedican a destruir. Elementos que ellos mismos utilizan, como los buses, han sido objeto de pedreas, ataques y vandalismo, que también han sufrido humildes trabajadores de la Policía, algunos de los cuales han sufrido graves quemaduras, a consecuencia de bombas molotov que les han arrojado elementos de la guerrilla, infiltrados las marchas.

Y digo que los jóvenes tienen razón, porque para los padres de familia de la clase media es imposible matricular a un hijo en una universidad privada: las pensiones semestrales llegan en algunos casos a más de medio millón de pesos, circunstancia que obliga a que los dos padres aporten y que puedan ver el sueño de ver doctor a uno solo de sus retoños. Dos hijos en la universidad es imposible, sobre todo si a uno de ellos se le mete en la cabeza la carrera más cara: la medicina. 

El primer obstáculo para la universidad pública es el ingreso: sólo un pequeño porcentaje alcanza el sueño de convertirse en universitario. Es imposible, y lo digo por experiencia propia, estudiar y trabajar al mismo tiempo. Un compañero lo logró, pero no pudo especializarse porque para él era más fácil ir a la luna en una cometa.  

¿Por qué los jóvenes quieren estudiar? Nada menos que para progresar. Un joven sin estudio no puede aspirar a un buen puesto y debe contentarse con lo más humilde. Además,  desea subir en la escala social, casarse con la novia, comprar carro y casa y en lo posible, especializarse en el exterior. Todo ello vale mucho dinero, inclusive en euros. Pero soñar no cuesta nada, sobre todo cuando uno es joven. 

Recuerdo cuando mi madre, que está en el cielo, me decía que lo único que podía dejarme era el estudio. Y así fue. Lo mismo le ocurrirá a los miles de jóvenes que desfilan por las calles de nuestras ciudades: sólo recibirán como herencia de su mamá Colombia el estudio que les dejen sus padres. Pero, repito, cometen el error de usar armas equivocadas. Una protesta bien organizada, sin ataques, es mejor para lograr el objetivo de conseguir una educación de calidad. Inténtelo y verán el resultado. El ejemplo lo dio Martin Luther King, quien hizo famosa su frase “Tengo un sueño”. 

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