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Tóqueme otra, por favor
Cuentan que la joven cristiana Cecilia fue obligada por sus padres a contraer matrimonio con un tal Valeriano, noble pero pagano.
Martes, 24 de Noviembre de 2020

Antier estuvieron de fiesta los músicos de todo el mundo. O mejor, estuvo de fiesta santa Cecilia, su santa patrona, y los músicos aprovecharon para armar su rumba a costillas de la santa. Sucede siempre, todos los años, desde que al Papa Gregorio XIII le dio por proclamar a la Virgen y mártir Cecilia, patrona de los que le jalan a una de las más bellas artes, la música. 
   
Cuentan que la joven cristiana Cecilia fue obligada por sus padres a contraer matrimonio con un tal Valeriano, noble pero pagano. La noche de bodas, cuando el tipo quiso disponer de lo suyo, Cecilia le dijo a Valeriano: “Alto ahí, yo estoy consagrada al Señor y sólo a Él le pertenezco”. “¿Cómo así?”, preguntó atortolado el mancebo. Al tipo le tocó conseguir una colchoneta, y al piso, mijo, pero Cecilia duró toda la noche explicándole los misterios y las bondades del cristianismo, hasta que, al estilo de las Mil y una noches, al novio lo rindió el sueño y el asunto quedó pendiente para la otra noche. Así lo llevó de noche en noche hasta que Valeriano se convirtió al cristianismo, Cecilia siguió siendo virgen y después ambos fueron decapitados por no apostatar de su fe.
   
Pero Cecilia era de la alta, y sabía tocar el laúd, cítara y maracas. Cantaba muy bien y se ganaba todos los concursos. Por eso cuando la canonizaron, el Papa la nombró patrona de los músicos.
    
Desde entonces Santa Cecilia tiene una gran hinchada de fieles y creyentes en el mundo entero. Las papayeras, casi todas, se llaman Santa Cecilia. Las bandas de pueblo, casi todas, se llaman Santa Cecilia. Muchas escuelas de música se llaman Santa Cecilia. Y dicen que quienes nacen el 22 de noviembre, día de la santa, nacen con buen oído y buen gusto por la música. Y que algo tocan. Cierto será. No sé si las mujeres llamadas Cecilias le jalarán bueno a la tocata. Creo que sí.
    
Yo  les tengo mucha envidia, de la buena, a los músicos.Consiguen lo que quieren. Buenos contratos, buenas admiradoras, buen trago y no gastan un peso. Me doy el lujo de tener muy buenos amigos que son excelentes músicos. Crisanto y Andrés, por ejemplo, Fermín Rolón, Alfredo Barriga, Ávaro Sánchez, Chucho Acevedo, Teresita mi entrañable amiga, Minerva que además es poeta y pintora, los amigos de Alma de Colombia, los tipleros de Las Mercedes, algunos maestros de saxofón y  violín, acordeoneros del Malecón, mariachis mejicanos de Atalaya, y muchos más, que se quedan por falta de espacio.
   
Como yo algo zurrungueo la guitarra, donde veo o escucho música de cuerda, ahí estoy. No, para poner la teja, sino para admirar y aplaudir. Y aprender.  Porque de los músicos algo se aprende. O mucho.
   
Mi papá tocaba tiple y daba serenatas con un hermano de mi mamá y un sobrino.  Cuando yo fui creciendo, mi mamá lo obligó a vender el tiple para que yo no siguiera sus andanzas. Vendió el tiple, que colgaba de un clavo como un redentor, según dice una hermosa canción, Pero de nada le sirvió, porque por mi cuenta me aficioné a la guitarra. Y sigo aficionado. Pero soy solista. Quiero decir, que empiezo a tocar en reuniones, y me dejan solo,
   
Felicitaciones a los músicos, Por la pandemia me imagino que no pudieron celebrar ese día como se lo merecen. No escuché pólvora, ni desfiles musicales, ni rumba callejera. Menos mal, porque si los escucho, me les pego. Aunque hubiera sido con tapabocas de huequito, por donde uno toma sin quitarse la mascarilla. Cuando pase la pandemia, ya verán.  

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