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Un acuerdo de paz histórico

Ese acuerdo representa un paso adelante en la construcción de paz.

Aun aceptando que no es perfecto, como lo ha reconocido tantas veces Humberto de la Calle, quien fue uno de sus consagrados constructores, el acuerdo de paz entre el Gobierno presidido por Juan Manuel Santos y las Farc, suscrito hace dos años, es un hecho histórico trascendental, así lo minimicen opositores miopes, anclados en la mezquindad generada por el odio y el pensamiento oscurantista y hasta belicista.

Ese acuerdo representa un paso adelante en la construcción de paz. 

Le quitó a Colombia parte del peso devastador de una larga guerra. 

Garantiza también, la reparación de las víctimas, la no repetición de atrocidades propias del conflicto armado y promueve cambios fundamentales que pueden llevar a la consolidación de una democracia donde la vida tenga el reconocimiento de la dignidad merecida.

Es cierto que falta por cumplir mucho de lo pactado. 

Se trata de un proceso de maduración política para el que cada día hay que aportar realizaciones consecuentes, como es desmontar los factores generadores de violencia y de abuso de poder. 

La lucha contra la corrupción, la aplicación de reglas orientadas a infundirle a la sociedad una dinámica de equidad en su desarrollo y la preservar los bienes públicos de manejos desatinados bajo la presión de intereses particulares basados en privilegios de clase o de poder económico, tienen que ser acciones constantes como reafirmación de la voluntad colectiva de romper con los viejos y anticuados esquemas retardatarios.

La causa de la paz debe ser prioridad de todos. Es responsabilidad de los ciudadanos, en general, de los servidores públicos, de los empresarios, de los políticos, de los miembros de corporaciones públicas, de los estudiantes y los docentes. Nadie debiera considerarse marginado de un compromiso tan esencial en el entramado de la nación.

Las violencias padecidas en Colombia no tienen justificación pero encuentran su caldo de cultivo en   los desquiciamientos apalancados por injusticias recurrentes, por frustraciones que anulan las posibilidades creadoras de la gente, por el mal reparto de la propiedad de la tierra y muchos otros desajustes económicos y sociales.

El acuerdo de paz con las Farc está proyectado para fortalecer la democracia y sustraerla de los maquillajes que le hacen para aparentar beneficios. Es la ficción que oculta la realidad y al mismo tiempo desencadena reacciones de inconformidad.

Lo que conviene a los colombianos es la paz y el acuerdo con las Farc es un espacio ganado, a partir del cual es posible alcanzar metas de reconciliación efectivas en beneficio de las soluciones a problemas que dejan un saldo de atraso.

Una Colombia sin las violencias que tanto asedian, sin desplazados, sin nuevas víctimas del conflicto y con trabajo productivo en todos los campos, con corrientes activas del conocimiento irrigando cultura y promoviendo bienestar debe ser lo predominante en el rumbo del país. La trampa de la muerte y los otros desvíos no pueden seguir devorando una nación que tiene como consolidar fortalezas.

Puntada

Es de esperar que el saldo de la visita presidencial de ayer sea positivo y no la reedición de promesas que se caen poco después de su ofrecimiento.

Sábado, 24 de Noviembre de 2018
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