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Un no país
El estado democrático moderno es un delicado equilibrio entre Institucionalidad e Infraestructura. 
Sábado, 12 de Septiembre de 2020

Gruñidos Imperiales se titula un libro del importante geopolítico estadounidense Robert Kaplan. Este relata el acompañamiento que el autor hace a las fuerzas militares de su país por el mundo; vino a Colombia en el año 2003, segundo año del primer período de Álvaro Uribe y cuarto del Plan Colombia.

A Kaplan le referencia Colombia un oficial estadounidense que estuvo en la embajada de Colombia, y en su momento estaba en Yemen. Y aunque reconoce Yemen como un país muy peligroso, considera peor a Colombia: “En Colombia, cualquier adolescente podría ser tu asesino. En Yemen, el crimen opera dentro de unos límites. La ley islámica proporciona una firme brújula moral”. Cuando Kaplan vino a Colombia su conclusión fue similar: “presentaba una variedad más grave de descomposición social que Yemen o casi cualquier otro lugar de Oriente Próximo”. Y vio claro lo que no le importó al Nobel: “Los grupos guerrilleros colombianos se habían desentendido de las ideologías […] en favor de unas baronías y franquicias descentralizadas, construidas sobre el terrorismo, el narcotráfico, los secuestros, la falsificación y la extorsión de los ingresos de los oleoductos a los gobiernos locales”. Y remata: “en Colombia siempre había existido más bandidaje que filosofía marxista, de modo que la caída del Muro de Berlín se dejó notar poco en el país”. Y dice qué en ausencia de ideologías, paras y guerrilleros, solo eran “anarquías localizadas”. “Era todo cuestión de dinero”.

El estado democrático moderno es un delicado equilibrio entre Institucionalidad e Infraestructura. La Institucionalidad es la estructura que soporta los principios conceptuales de la democracia liberal. Kaplan compara a Colombia con Yugoslavia, y es impresionante su acierto: “Los dos eran lugares donde política y delincuencia resultaban inextricables, donde las metas ideológicas proporcionaban una coartada para el asesinato y el crimen organizado, donde uno o dos hombres podían sembrar el miedo en una población entera y donde los paisajes eran de una belleza sobrecogedora”. Y algo que recalca, es lo imposible que es la lucha contra el crimen organizado en el marco normativo colombiano: “El Parlamento Colombiano trata la lucha contra (el crimen organizado) […] no como una guerra sino como una acción policial, en el sentido que cada muerte debía ser investigada por las autoridades civiles, aunque se produjera en mitad de una batalla o incursión de comandos”. Conflicto para la paz y “alteración del orden público” para la guerra. Y remata Kaplan: “Las leyes en Colombia a menudo no eran señal de la vitalidad democrática del país, sino de su impotencia: de la necesidad que tenía la élite en Bogotá de cubrirse la espalda con formalidades”.

La Infraestructura en un país, garantiza no solo competitividad económica, sino sobre todo la integración territorial; eso no es Colombia. Así lo expresa Kaplan “Colombia tenía menos de país que de conglomerado de ciudades-Estado fortificadas, encaramadas […] en la cordillera Andina y rodeadas de tierras “calientes” ingobernables”. Y concluye: “Dios no podría haber diseñado un mejor paisaje para la anarquía y los forajidos [...]”. Colombia, dice Kaplan, “es un país a la vez muy grande y muy pequeño”; muy grande en su geografía, muy pequeño en su institucionalidad.

El régimen de Colombia es un estado centralista, de economía rentista, con un poder político concentrado en una presidencia imperial, un sistema jurídico apartado de los principios de la democracia liberal, un poder legislativo atomizado en empresas electorales y regiones aisladas, que lleva a la lumpenización de una población aún joven; ello sumado a su geografía explica las islas de poder legal e ilegal existentes. En Colombia todos quieren “capturar” el régimen, pero nadie quiere cambiarlo en pos de una real democracia liberal, y siglos de “poderes” enquistados, hacen que eso requiera soluciones drásticas, o que sea una utopía.

Aunque suene duro, es difícil no quedarse pensando en la actualidad de la conclusión de Kaplan de su visita al país hace más de quince años: “El cometido que parecía tener Estados Unidos tanto en Yemen como en Colombia era similar. Y era similarmente imposible: hacer países de lugares que nunca fueron pensados para ser países”.

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