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Veleta de ilusiones

La existencia íntima es una opción representativa y natural de la consciencia ética. 

La misión de las metáforas es descargar de fardos de basura el globo del corazón, dejarlos caer, insuflar un mundo maravilloso de sueños que se nutran de valor y enderecen el trayecto de la vida, cada vez que uno pierde la ingenuidad y la sencillez. 

Ellas, aún latentes, esperan su oportunidad, porque son verdades eternas con la misión de insertarse en la madurez y conversar con el silencio, para fortalecerlo, otra vez, de ilusiones.

Además, cargan de nuevo ese estado espontáneo del alma, que está debajo de los contrapesos, agigantan la consciencia, acrecientan la aventura espiritual que ronda por la imaginación.

Así, el vacío nulo de la vida se llena de momentos valiosos, se vuelve tierno, harto glotón, alarga los espacios y los tiempos, despliega el hilo bonito que ata a los recuerdos y despierta el rumor de la nostalgia buena.

Aparecen como por encanto las formas de vivir en la sencillez, las rutas óptimas hacia la dimensión espiritual, cada vez más lejana (ahora) por las falsas alarmas del éxito, tan plurales como destructoras.

Desde la sombra, la libertad alienta los hechos buenos, los protege de la sociedad de consumo, abre las veletas de la esperanza a la lisonja del viento: nos hace valer la pena y brillar en nuestra plenitud.

La existencia íntima es una opción representativa y natural de la consciencia ética. 

Si aceptamos, aprobamos, o rechazamos, lo ajeno que afecta la voluntad, sin mojigaterías, abrimos la rendija a la voz interna que se asoma candorosa en la magia de la imaginación y nos hace, también, buenos.

Domingo, 21 de Octubre de 2018
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