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Vientos de cólera
Todas esas muertes, toda esa miseria, toda esa explotación, toda esa falta de misericordia...
Viernes, 6 de Diciembre de 2019

Preguntaron al doctor Alfonso López Michelsen como veía el futuro de Colombia y respondió “no la veo” similar pregunta se le hizo al doctor Álvaro Gómez Hurtado contestando “para ese entonces Colombia no existirá” versiones casi proféticas de dos colombianos que conocían el país a cabalidad. Es la gran realidad de estos tiempos en que la calamidad recorre la patria. 

Un país envenenado que marcha hacia la destrucción sin que aparezcan los redentores. El desespero invade los cuerpos y los espíritus. Se marcha sin ton ni son en una patria en la que solo existe el edificio mientras las almas se derrumban en el caos. La miseria penetra los hogares. La violencia se convierte en la norma común de este andar sin sentido. La intolerancia convertida en patrón moral con la que no se acepta nada de lo que pueda decir el prójimo. Los odios arrasan con la convivencia. Es mejor callar antes que exponerse a lo peor. 

Ese descontento que se observa manifestado en toda clase de infamias es el producto de tiempos de ayer envenenados. Se sembraron vientos, ahora se recogen tempestades. Los lodos de la incomprensión se almacenan en los espíritus para volverla la dialéctica que se lleva lo que en otros tiempos fue la creación. Pareciera que lo dicho por los dos estadistas estuviera lleno de pesimismo.  Cuando percibieron desde lejos el futuro para ver la patria destruida es porque el reflejo de la realidad azarosa de estos días se veía venir. 

Todas esas muertes, toda esa miseria, toda esa explotación, toda esa falta de misericordia, es el cúmulo que se fue entretejiendo en la vorágine social. Ni en los días más difícil la patria se vio tanta desesperanza.  Ese ser humano que casi enloquecido busca el alimento, un poco de felicidad, un poco de salud, es el producto final de lo que se sembró. Por eso hay que recomponer el tejido social. 

Decir que todas estas tormentas son pasajeras que la vida las da para que se mire hasta dónde se puede llegar si no se hace un alto en el camino. Hay que seguir andándolo, pero en la dinámica que brinda la paz, un amor real que permita el abrazo fraterno. Es difícil lograrlo. La tragedia no es solo de Colombia. Cuando se observa las tormentas en todas las partes del mundo es porque se quiere una salida. Los jinetes del apocalipsis están llegando. Cuando lleguen no será para lo mejor. 

El hombre debe ser superior, debe ser creador, dueño de la civilización, como un día pretendió serlo, sino lo entiende así el futuro será trágico. Las herencias llenas de rencor. Los hijos no verán la patria que quisieran sino los restos de una civilización que pudo ser y no fue. Tendrán que vivir sobre esta desolación, sobre esta tristeza, sobre esta pobreza, aunque existan las condiciones para el reparto honesto de la felicidad. El mundo es de todos. No de unos pocos.  

El progreso debe tocar en todas las puertas. No quedarse en las mansiones de los que desde las cimas del poder se creen los dueños de la felicidad. Lo dicho por López y Gómez, enseñan que no se anduvo con tino en los tiempos del ayer y ahora el presente y el futuro se hacen insondables. 

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