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Vivencias del transporte urbano
Con el tiempo este trasporte propio de una ciudad buena fue desapareciendo.
Miércoles, 5 de Septiembre de 2018

Recuerdan los días de la adolescencia que el trasporte  lo prestaba la empresa “Transurbanos Cúcuta Ltda”, de propiedad del señor Víctor Cárdenas. Tenía sus oficinas y parqueaderos en la avenida once entre calle diez y once. A donde se acudía con frecuencia a comprar la tiquetera con la que obtenían los escolares rebaja considerable en el pasaje dado el espíritu altruista del dueño. La ruta utilizada era  la avenida séptima  hacia el centro de la ciudad viniendo de los barrios como Sevilla, Pescadero, entre otros. Se recuerda aun la calidad del servicio. Limpieza, choferes de buenas maneras, cada puesto tenía un timbre y un ayudante pasaba cobrando el valor del pasaje, de veinte centavos aproximadamente. Los jóvenes cedían el asiento a los mayores. Si no se hacía así de vez en cuando el adulto los increpaba solicitándolo. Rara vez sucedía porque la buena educación venia de la casa y de la escuela. Allí subían estudiantes, trabajadores, y empleados a cubrir sus faenas. Con el tiempo aparecieron dos buses de pr
opiedad de don Víctor Solano.  Prestaban el servicio y se recuerda como Myriam Solano hija de don Víctor cogía el trasporte en su casa que quedaba en la avenida séptima con calle cuarta. Don Víctor era  comerciante,  cabeza de una prestante familia. Cuando esto el sitio era residencial. Casi siempre nos encontrábamos con ella que iba para el colegio  Santa Teresa y con Ismael Quintero y Trino Villamizar.  Parches de toda la vida.

Con el tiempo este trasporte propio de una ciudad buena fue desapareciendo. Surgió  el de hoy.  En realidad no se lo merece San José de Cúcuta. Hay empresa por montones con buses viejos. Se dice que son traídos de otras ciudades después de ser chatarrarizados. Se observa que no hay limpieza, ya no existe el ayudante que recoge el valor de los pasajes. Ahora, en la puerta de entrada se forman problemas para cubrirlos. El chofer arranca bruscamente sin esperar que los pasajeros se sienten con las incomodidades que esto supone. Muchas veces no hay respeto ni para mujeres, ni con niños. Lo importante es partir cuanto antes. No hay una reglamentación adecuada. El caos del trasporte urbano sin necesidad de ser investigador se puede deducir cuando se observa la calle novena, la calle octava, la avenida séptima. No hay poder humano que ponga fin a tanto caos.  Por el contrario aparecen nuevos buses, nuevas empresas, nuevos taxis con el pandemonium consiguiente.  

Son los tiempos se dirá.  La ciudad moderna es un infierno. Es cierto es una selva con todos los peligros de un mundo deshumanizado. Con ésta advertencia sálvese quien pueda. Sin embargo  hay que hacer el intento. Hay que hacer lo posible para que funcione por lo menos lo elemental, las buenas maneras, el respeto al pasajero que sintetiza todo lo que hay que superar. Ya no son los días de la familia Cárdenas ni de la familia Solano. Una ciudad naufragando en las miserias. Un presente que no tiene futuro. Será difícil establecer un nuevo orden en el trasporte urbano pero quizá los que vienen puedan empezar la trasformación de la ciudad, su modernización y hacer de su trasporte algo digno y humano.  Lo demás es cháchara. 

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