La Opinión
Suscríbete
Elecciones 2023 Elecciones 2023 mobile

Volver a la lectura

También transmitió a su hijo Tomás Rueda Vargas el amor por la lectura.

Pasó la Fiesta del Libro y sólo queda recordar lo visto y acomodarse a leer los textos que adquirimos. Listos a empezar la lectura vienen a mi mente cosas que he leído en otros tiempos inmemoriales, con ocasión de una biografía del filósofo barranquillero Julio Enrique Blanco de la Rosa que me envía un condiscípulo de la facultad de Derecho de la Universidad Libre, seccional Atlántico, como la denominábamos entonces. En ella cuenta Julio Enrique que vivía y estudiaba primaria en una escuela en los alrededores de la plaza San Nicolás, entonces de alcurnia y hoy sería como el barrio Chino cucuteño. Cuenta que el colegio era lo de menos, era su interés por leer ávidamente y se sentaba bajo la escalera del caserón paterno, y cuando los conflictos civiles interrumpían sus estudios los continuaba por sí mismo. Y solo, en ese caserón, aprendió muy joven Julio Enrique varios idiomas porque quería leer todos los filósofos en su lengua materna.

Otro caso. En su esbozo biográfico sobre don Tomás Rueda Vargas nos dice Alfonso López Michelsen la influencia que desempeñó doña Bibiana Vargas de Rueda, en la formación intelectual de su hijo. “Semejante a la Antígona de la tragedia griega, que se sacrifica por el padre ciego, le correspondió a doña Bibiana leerle en voz alta los clásicos franceses a su padre por muchos años, cuando éste ya había perdido la vista, y era de asombro, según relata la tradición oral, cómo, con la facilidad de una intérprete múltiple, la hija, mientras le leía al anciano, vertía sin vacilaciones los textos franceses de Thiers y Michelet al castellano, en prosa de la mejor ley”. Así, de esa manera, también transmitió a su hijo Tomás Rueda Vargas el amor por la lectura. Discúlpeme el lector el entrecomillado.

Además, en “Mis contemporáneos”, Juan Lozano y Lozano nos recrea el ambiente de estudio en la habitación del entonces colegial Darío Echandía Olaya: cajas llenas de libros de derecho y filosofía, fotografías de filósofos adheridas a las paredes para familiarizarse con ellos. Leía acostado. Alguna vez el famoso columnista Klim escribió que en el Congreso de la República el doctor Echandía era un espléndido espectáculo y que su forma de raciocinar es impresionante por lo claro, impecable y exacto. Recuerdo que remataba su artículo diciendo que “sus mismos adversarios confiesan con desaliento que Echandía no es un hombre sino una trituradora de argumentos”.

Este año, al cumplir 90 años de edad, Vicente Pérez Silva publica “El libro de mis libros”, donde analiza 30 libros que le impresionaron, entre ellos, la biografía de Bolívar escrita por Marx. Antes le habíamos leído a Pérez Silva “La picaresca judicial en Colombia”, recomendada para abogados.

Una curiosidad bibliográfica es el libro de M. Glasser: ¿Cómo estudiaban Marx, Engels y sus discípulos? Los discípulos eran Lenin y Stalin. Marx consideraba que el saber exhaustivo debía estar al servicio de los demás, no que él debía estar pendiente de lo que hacen los demás, como un policía.

Martes, 17 de Septiembre de 2019
Premium-home
Patrocinado por:
Logo Empresas
Temas del Día