La Opinión
Suscríbete
Elecciones 2023 Elecciones 2023 mobile
Columnistas
Volvió el tren
El ferrocarril, para quienes no lo sepan, fue adquirido con el dinero que los gringos nos dieron en pago por el robo de Panamá.
Viernes, 23 de Noviembre de 2018

En estos días en que nos han asustado con impuestos hasta para los funerales y los componentes de la canasta familiar hemos recibido, por fin, una buena noticia: resucitó el ferrocarril, que algún inepto burócrata  había decidido acabar para dar gusto a los propietarios de las tracto mulas, que recorren las espantosas carreteras nacionales llenándolas de humo y de pedazos de llantas. 

Un pequeño tren, cargado de café, viajó de La Dorada hasta Santa Marta con una preciosa carga de nuestro principal producto de exportación, después de una interrupción de varios años, ocasionada por la mala fe y la ineptitud de uno de los tantos burócratas que se dan silvestres en esta tierra del Sagrado Corazón.

La noticia apareció en todos los periódicos: el tren recorrió el largo trayecto en  medio del asombro y el cariño de la gente, que no ha olvidado el gran aporte que a nuestro progreso hizo el monstruo de locomotoras y  vagones, que en épocas inolvidables recorría los corredores férreos entre Girardot y Neiva, dos ciudades que se unían gracias al trabajo de los ferroviarios, entre quienes se contaba, en el siglo l9 un viejo trabajador conocido como ’’el capitán Pérez’’, mi abuelo, que en pago de sus largos años de servicios recibió, como luego me pasaría a mí,  la ingratitud y el olvido. El ferrocarril, para quienes no lo sepan, fue adquirido con el dinero que los gringos nos dieron en pago por el robo de Panamá, y desapareció cuando la empresa cayó en manos de alguno de los tantos bandidos que se han apoderado de las empresas públicas.

El ferrocarril fue, en épocas pretéritas, lazo de unión entre las dos costas de Estados Unidos. Fue todo un acontecimiento el día que se día que se unieron el Pacifico con el Atlántico. Hoy, esa inmensa distancia se recorre en tren bala a 300 kilómetros por hora, mientras aquí se viaja a la inmensa velocidad de 30 kilómetros por hora. Y todavía hay quienes preguntan por qué estamos tan atrasados.

Además de trenes deberíamos tener otros medios de transporte para mover las inmensas cantidades de gentes que viven en los alrededores de la capital. Pero el alcalde Enrique Peñalosa no ha dejado hacer el metro y tocará esperar otros 200 años. Pobre Bogotá. GPT 

Temas del Día