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Vuelve y juega

Algo similar ocurre desde hace mucho tiempo con los carros venidos de Venezuela.

Desde que fue fundada San José de Cúcuta, de esto hace varias centurias,  por los años del ruido dicen los historiadores,  eran previsibles los problemas que podían presentarse por la formación posterior de la República de Venezuela, que daría lugar al intercambio fronterizo que se conoce con sus vaivenes de auge y depresión. La riqueza galopante de Venezuela produjo toda clase de encantos y sorpresas. Entre ellas el uso en esta Villa de  carros venezolanos que llegaron para satisfacción de los Cucuteños que se trasportaban para entonces en bus, bicicleta, y los cacharros de la época. 

Este esplendor causó la envidia de propios y extraños. Sin tener en cuenta que la misma condición geográfica de los dos países, hacían propicio algo tan natural como el ir y venir de un lado a otro.

Era la envidia centralista que quiere acapararlo todo. Comete disparates como el que dió origen a la decadencia de la ciudad. Se consideró como contrabando el café que se exportaba por Maracaibo desde esta ciudad para favorecer a los puertos de Barranquilla y Santa Marta. Fue un golpe matrero porque entonces los alemanes e italianos que se dedicaban al comercio del café optaron por irse.

Algo similar ocurre desde hace mucho tiempo con los carros venidos de Venezuela que decidieron quedarse por ser la ciudad muy amañadora. Algo normal entre países que no debían tener fronteras. No hay que olvidar que somos de origen español que le pone adunas a todo.

En esta sinrazón  se recuerda como en los tiempos de los juzgados de aduanas el sueño de los jueces era proceder a decomisar  los automotores venidos de paseo. Pensaban en extras a sus sueldos.  Así ponían las aduanas y los gravámenes fiscalistas por delante  de lo que el buen entender enseña.  Es apenas elemental que lo que está quieto se deja quieto como enseña la sabiduría popular, no ponerse a enturbiar las buenas relaciones y el modesto vivir ciudadano. 

Por esto y mucho más no se entiende el alboroto en que anda el poder central y la gente que no quiere a San José de Cúcuta. Buscan la  internación de vehículos con amenazas ridículas y falta de sindéresis. Los de aquí y los de Bogotá saben muy bien que el departamento Norte de Santander y San José de Cúcuta están postrados. La pobreza galopa por las calles, a lo que se agrega la invasión de “turistas” venezolanos que vinieron a dejar desolación y miseria.  Desen un paseíto e inviten a los santafereños fiscalistas para que puedan precisar los alcances de ésta tragedia que embarga a la gente que cometió el pecado de ser cucuteña.  

Por esto señores dueños de Colombia y del mundo, tengan piedad de San José de Cúcuta. No la jodan más, déjenla vivir por lo menos recordando los que fueron sus días felices. No se entiende como los gobernantes antepongan la codicia de unos impuestos por encima del bienestar.

Olvidan que ya pocos carros venezolanos quedan. Los que recorren la ciudad son cacharros que ayudan al supervivir de sus dueños. Hay que saber mandar y hay que saber Derecho. Algún Santafereño alegaba con un latinajo prestado,  dura Lex Sed Lex, dura es la ley pero hay que cumplirla. Ignorando que a este latinajo se opone el derecho humano que enseña que el exceso de normas conduce a la injusticia. Por eso se dice en el derecho moderno Sumum Jus summa injuria. 

Entonces ilustres letrados y abogados,  dejen las cosas quietas. Si esto sucede, las finanzas del país y del departamento no se quiebran y por el contrario los cucuteños pueden tener un poco de tranquilidad en medio de tanta angustia. 

Sábado, 26 de Mayo de 2018
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